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Cuando llegamos a casa, me fui a la habitación con Momo, tenía que hablar algunas cosas con ella.

La senté en la cama y la miré directo a los ojos.

— Mi vida, no le digas a tu abuelito lo que pasó hoy — Le pedí con una sonrisa.

Momo se cruzó de brazos.

— Tu me dijiste que mentir es malo — Me dijo.

Yo le sonreí más ampliamente.

— No le vamos a mentir, solo no le diremos que vimos a Domenic — Le dije.

Momo sonrió maliciosamente.

— Me gusta su nombre — Me dijo.

Yo estuve a punto de darme un golpe, ¡como se me pudo escapar algo así!

— Si, tiene un nombre bonito, pero no le diremos nada a abuelito de eso — Le dijo.

Momo se quede pensativa por un momento y después asintió.

— ¿Ya no estoy castigada? — Me preguntó.

Respiré hondo y la miré con amor, aunque lo único que quería hacer en estos momentos era ahorcarla.

Definitivamente esas mañas eran de parte de la familia de Domenic, por que aquí no éramos así.

— No, ya no estás castigada — Le dije.

Ella asintió con la cabeza.

— ¿Y wilches? — Me
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