Thiago miró con detenimiento al menor, no necesitaba una prueba de paternidad para saber que era suyo, pues era su viva imagen. Incluso algunas miradas que este le daba eran las mismas que él hacía.
- ¡Dayana, por favor! ¡No seas infantil! -dijo Thiago seriamente.
Aquellas palabras entraron por en los oídos de Dayana e, inmediatamente, pulsaron un botón que Thiago hubiese preferido no encender.
Dayana se mostraba tan fuerte como la última vez que lo vio, pero, por dentro, sentía que, de no ser porque se estaba aferrando al pequeño cuerpo de su hijo, se dejaría caer.
Por un momento recordó las crueles palabras de Thiago la noche del baile de graduación…
- “En este momento, Liliana debe estar recibiendo su merecido por acusarnos con los directivos y tú, mi querida Dayana, no podrás hacer nada, porque debido a lo ingenua que eres estás aquí y no con ella, mírate, ¡Eres patética!
Mi único trabajo era distraerte y mantenerte lejos de la idiota de mi hermana, ¡Lo logré! Y de una manera tan s