Con los primeros rayos de sol, Dayana despertó con su hijo en brazos, lo miró y sonrió. Para ella, era como si pudiera ver a su pequeño cuando era un bebé, besó su frente y sintió unas tremendas ganas de estrujarlo, pero se contuvo, pues el pequeño Rui aún estaba dormido.

- Mami… -dijo Rui perezosamente.

- ¡Hola, mi cielo! ¿Cómo estás, mi vida? -dijo Dayana al verlo despertar.

- ¡Cansado! ¡Extrañaba mucho despertar así! ¡Nunca me vuelvas a dejar solo! -dijo Rui con sinceridad.

Aquellas palabras solo lograron apachurrar el corazón de aquella mujer, pues tanto su hijo como ella, habían sufrido un mes de separación.

Tal vez en un inicio, Rui podría haber estado emocionado, pero, conforme pasaban los días, la ausencia de su madre y la presencia de Thiago con Darla, le generaron cierta molestia y tristeza.

Rui ya no era un bebé y se daba cuenta perfectamente bien de que algo raro sucedía. Jamás se lo dijo a su madre, pues no quería verla triste por decirle a su mamá que su papá iba con otra