Dayana y Heinrich no habían vuelto a hablar desde que este le había hecho aquella pregunta. Al final, el viaje y aquellas noches sin dormir bien surtieron efecto y se quedó dormida el resto del viaje.
Antes de hacerlo, la cabeza de Dayana estaba hecha un lío; había muchas preguntas que necesitaba hacerle al hombre que conducía, pero no sabía cómo hacerlas, no sabía qué decir, además de que, en su mente, también estaba la imagen de su hijo.
Era una corta pero larga lista de cosas por hacer, ella la consideraba así, puesto que buscar dónde vivir, buscar trabajo y hablar con Rui sobre lo que sucedía no eran cosas tan sencillas, más cuando la presencia de Thiago no dejaba de subirla con su sombra.
Ella no lo quería admitir delante de Heinrich, pero tenía miedo, no sabía cómo sería la vida ahora. Él había sido un buen aliciente, pero ¿Qué sucedería cuando él se fuera? ¿Qué sucedería si no salían bien las cosas?
Un fin de semana no podía curar años de soledad, años de aferrarse a alguien que