Tras varios días de ataques de pánico y ansiedad, Liliana por fin pudo abrir sus ojos, al hacerlo, el lugar le resultó familiar. La luz del día le lastimaba la vista, su cuerpo dolía, principalmente su espalda, miraba a su alrededor y era claro dónde estaba, bien a bien, no sabía qué hacía ahí.
- ¿Qué bueno que has despertado? Permíteme, voy a ir por el doctor Bauer. -dijo la dulce voz de una enfermera ya mayor.
Pocos minutos después, el doctor Bauer junto con otro médico, iban entrando a la habitación. Liliana, al escuchar su voz, cerró los ojos, no tenía ánimos de verlo, así que fingió seguir dormida.
- ¿Por cuánto tiempo más haremos esto? Te dije que el medicamento funcionaba muy bien con un niño, un adolescente tal vez, pero ella ya es una mujer, no puedo seguirle suministrando más drogas, en poco tiempo, estas dejarán de hacer efecto.
- ¡Me vale una mierda lo que tengas que hacer! Tú dijiste que eso ayudaría y ahora cumples. -dijo el doctor Bauer con un frío tono de voz.
- ¿Qué m