Mientras tanto, en Londres ya era noche, Theo había pagado por lo menos un año en un pequeño apartamento en el centro de Londres, no era una mansión, ni algo enorme, era algo solo para él y una vida que debía comenzar.
Acaba de sentarse en el sofá de su pequeña sala, cuando su móvil sonó.
- ¡Que regresaste a Londres! -se escuchó una suave pero entusiasta voz femenina al otro lado de la línea.
Theo sonrió de una manera que hace algunos días no lo hacía.
- Florence… -dijo en un susurro.
- ¡Theodore Howard! ¡Esto hay que celebrarlo! ¡No, no! ¡Heinrich se pondrá loco de alegría! A ver si tú logras endulzar su corazón… decía la voz cantarina del otro lado de la línea.
- ¡Tan dramática como cuando éramos niños! -dijo Theo escuchando la voz que lo hacía sentir en casa.
- ¿Así me conociste o no? -dijo la mujer con un cambio radical de voz.
- ¡Sí, sí, así te conocí! ¡Oye! De hecho, ya quedé con Heinrich para cenar, ¿Te nos unes?
- Hmm… ¿Crees que no sea molestia? ¿No quieres hablar de