El cielo se había vuelto oscuro, Theo esperaba pacientemente a que Anya despertara, aún no sabía cómo iba a manejar lo que tenía que decirle. La observaba en silencio desde el sofá donde estaba sentado.
Ver a Anya recostada ahí, pálida y con una intravenosa en el brazo, lo hizo recordar al día en que él la conoció y que, montones de recuerdos vinieron a la mente de él, pues era la viva imagen de, en aquel entonces, amor de su vida.
Ahora que estaba ahí, no podía parar de sentirse culpable, por mucho que lo pensaba. Era lógico que jamás podría encerrarla en una burbuja para que no le sucediera nada, pero, ahora, no hallaba las palabras correctas para decirle que ya no había bebe, que lo habían perdido.
En su mente estaban las palabras de los médicos, el doctor Schwartz había comentado que estudiarían al feto para ver qué pudo haber salido mal, pues, era verdad que la caída podría haber sido un factor, pero no lo era todo.
Luego de algunos minutos, Anya se movió, una señal de dolor a