Capítulo 3

   

“No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando”

Terry Pratchett

Muy temprano a eso de las seis de la mañana Arturo estaciona su auto frente a la casa, salgo y le doy una sonrisa a boca cerrada mientras me cubro con la franela, no es que sea desconfiada, pero no uso ropa provocativa como antes.

Raptor camina a mi lado y Arturo se baja del vehículo, mi perro sale a su encuentro y lo saluda, al parecer le cae muy bien, quizá sea el hecho de la confianza y tranquilidad que emana de este joven abogado.

—Buenos días para ti también —acaricia la cabeza de mi pequeño—, eres un buen chico Raptor —lo sigue mimando —¿quién es un buen chico?, tu, tú lo eres

—El mejor de todos y le caes demasiado bien —su mirada celeste me observa y sonríe.

—Buenos días Cinthya ¿cómo estás? Este chico es muy juguetón —limpia su ropa deportiva, se acerca sin invadir mi espacio, lo cual agradezco.

—Estoy bien y muy agradecida contigo, de verdad necesito que se lo lleves tú.

—No te preocupes, ayer pude verla. Así que hoy tendré una excusa para echarle un vistazo —su sonrisa es algo apagada, la relación que tiene con ella es algo extraña no podemos descifrarla, no parece ser romántica, pero a veces si lo parece, la verdad es que él no dice nada y tampoco es que queremos presionarlo, aunque nos carcoma la curiosidad.

—Le dices por favor que me llame en cuanto tenga su opinión al respecto.

—Es extraño que le envíes esto en físico si es más sencillo enviarlo en un correo electrónico.

—Sammy cerró todas sus cuentas, ni siquiera tiene celular, usa el de Iris cuando necesita algo.

—¡Oh sí!, es cierto —parpadea un par de veces como cayendo en cuenta de algo—, debo irme, tu paquete llegará sano y salvo no te preocupes.

—Muchas gracias Arturo —nos despedimos de él, es muy amable de su parte ayudarme con esto. Y no es que seamos los mejores amigos, pero él ha sido de gran ayuda para mí y mi familia.

‹‹Llegó el día››, pienso entre emocionada y temerosa.

Camino con mi perro hacia dentro de la casa, cuando entramos a la cocina mi hermana esta entretenida empacando algo en una bolsa de papel.

—Para el viaje —su voz suena apagada, nerviosa y sé que, de ser legal, me mantendría atada en esta casa, para que jamás me vaya.

Camino hacia ella, acomodo mi cabeza en su clavícula, sus brazos me rodean inmediato, acariciando el cabello como lo hacía cuando éramos niñas, solo que ahora soy más grande que ella.

—Necesito esto —susurro con algo de dolor, temor y emoción acumulada.

—Lo sé —por su tono ahogado sé que está a punto de llorar, aprieta su abrazo—, sé que eres fuerte y lo quiero ser para ti —me suelto de su agarre y la veo directo a los ojos.

—Pasaste por cosas muy difíciles también, no es que seamos las mujeres maravillas, pero ¡míranos!, estamos vivas, con una segunda oportunidad, con un camino agrietado, lleno de baches, con muchas piedras, pero vivas —quiero que vea la convicción de mis palabras reflejadas en mi rostro, es difícil lograr eso en mi situación estando consiente de que ya una vez me di por vencida y que sigo en el borde del abismo.

Saca un sonoro suspiro y se recompone.

—¡Cierto! Y juntas lo lograremos.

Lo haremos…

¡Mierda! Esto es más difícil de lo que pensé.

Mi cuñado me ayuda a subir la única maleta que necesito para estar una semana en la casa que alquilaré.

Siete días en donde estaré aprueba, para estar segura si podré con esta nueva etapa de mi vida. Y no es que no haya vivido sola antes, me refiero a después de que mi vida diera un giro de ciento ochenta grados.

—Tu solo llamas y enseguida iré por ti —Valentino cierra la puerta del maletero, me mira, y con duda, extiende su mano.

—Por su puesto amorcito —indecisa la tomo, es apenas un pequeño roce de dedos, junto a un guiño que lo sorprende. Kathy sonríe, lo hago para darme seguridad y que sepan que estaré bien.

—Llama todos los días a cualquier hora.

—No soy una adolescente Kathy no entres en paranoia. —sonrío con nerviosismo espero no transmitir el verdadero temor que experimento ahora mismo.

Tomo la manecilla de la puerta del auto y la aprieto, al abrirla Raptor sube de inmediato sacando la cabeza por la ventanilla, Kathy lo acaricia y besa para despedirse y este ladra en contestación.

—Nos vemos mi héroe. —lo besa de nuevo cuando entro al auto y doy un vistazo a ambos por el espejo retrovisor, mi cuñado abraza a mi hermana y yo enciendo el vehículo con el corazón desbocado, queriendo salírseme del pecho.

«¡Tú puedes!» me animo a mí misma agarro firme el volante, pisó el acelerador y arranco rumbo a mi nuevo destino… Homeless.

Tarareo la canción que suena en la radio, mi perro está durmiendo, llevo cuatro horas conduciendo, el GPS me comunica que falta poco para llegar. El viaje sin detenerme es agotador, excepto cuando Raptor necesitaba hacer sus necesidades que no tardaba ni cinco minutos, ¡es una bala!, una decisión difícil porque no siento mi trasero.

Como medida de precaución llené el tanque de combustible, traje frituras para comer, mucha agua y sodas en un recipiente con hielo para mantener las bebidas frescas. No pienso detenerme por ningún motivo, pero ahora mi vejiga grita ¡objeción Su señoría! pidiendo ser vaciada.

¡Denegada! Cinco minutos más y estaré en la ciudad.

Reteniendo mis ganas por hacer del uno, acelero más y minutos después al fin puedo observar el cartel que nos da la bienvenida.

El GPS del auto me guía hasta donde me espera Verónica en una cafetería de nombre particular, il gusto degli dei los dueños deben ser adoradores del café.

Preguntaré si existe el culto al café, sonrío ante ese pensamiento y mi perro asoma su cabeza entre los asientos ladrando cuando entramos a la urbanización, los diferentes ruidos provenientes del exterior lo animan, los vehículos, los tintineos de las bicicletas, hay un bullicio que me parece extraño, hasta que noto un cartel anunciando que faltan dos semanas para san Valentín.

—Bonita época para mudarnos aquí amigo —Lame mi rostro haciéndome reír

Parezco indiferente ante este tipo de eventos, debo confesar que adoro san Valentín. Mamá lo amaba y era la mejor compañía para nosotras. Ayudábamos a preparar chocolate casero para papá y una cena especial para ambos, hasta que ella falleció.

Nadie supera la pérdida de un ser querido, las cosas o situaciones a tu alrededor te lo recuerdan, solo se aprende a vivir sin ellos. Lejos de odiar lo que ella amaba me aferré a ello, hasta lo que no eran de su agrado, hoy me hacen sonreír al recordarlo, odiaba las aceitunas rellenas, me causa risa la cara que ponía con solo verlas.

Era una mujer increíble, llena de carisma con una personalidad única, tenía un lenguaje que encajaba acorde a las situaciones que se presentaran, nos decía: “cuando se debe ser una dama, sé una dama y cuando se tiene que ser una perra, sé una perra”.

El aparato que me guía informa que he llegado a mi destino, giro a la izquierda para estacionar el auto junto a la cafetería, apago el motor del vehículo, busco un cartel que diga que no se aceptan mascotas, pero no hay nada de eso así que decido que mi pequeño también entrará.

El brillo de mis ojos es notable al ver los adornos del lugar es obvio que es alusivo a la próxima festividad. El rojo me encanta y está por todos lados. Mi perro ladra y salta al sentir mi euforia.

—Así es pequeño amigo, estamos en nuestra zona de confort aquí, mira esos globos y hasta las mesas —las cuales puedo ver desde afuera gracias a las ventanas enormes de vidrio—. Vamos —halo la correa que le he puesto por si cualquier persona que se siente intimidada, ahora estoy indecisa si tomé la mejor decisión al meterlo aquí, cuando abro la puerta y muchos adolescentes vuelven su vista hacia nosotros.

Por acto reflejo me cierro la blusa como si no fuese suficiente tener la cremallera hasta casi tocar mi garganta para comprobar que no esté mostrando más de lo que debo.

—¿Cinthya? Soy Verónica, hola cariño, ¿cómo estás? —Me quedo callada unos segundos ante su bienvenida.

—Si soy Cinthya, ¿Cómo me reconociste? —debo saber si nunca nos hemos visto, nos comunicamos por llamadas telefónicas.

—Bueno, en Homeless todos nos conocemos, además que me comentaste de tu perro así que me imaginé que eras tú, y recordando que me dijiste que eras pelirroja. Vamos a sentarnos, mis hijas no vinieron querían darte la bienvenida, las conocerás cuando lleguemos a casa.

Mi perro se mete al rincón sentado como todo niño bueno en silencio, me siento frente a ella.

—Gracias por venir por mí, me perdería entre tanto bullicio, parece una feria allá afuera

—Eso no es todo, espera el día de san Valentín y verás como aquí no pasa ni una bicicleta —ambas reímos—, se cierra por completo la avenida principal que es esta —señala hacia afuera.

—¡Es increíble! Llegamos en un buen momento.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP