Capítulo 4

“A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad”

Antonio Porchia

Una mesera llega para tomar nuestra orden.

—Disculpen, hola soy Emisellys —se presenta la camarera viéndome a los ojos—, Vero, ya me conoce, pero ustedes dos no. ¿Qué van a pedir estas bellezas?

—Emisellys tráeme una hamburguesa con papás fritas con extra queso —ordena Verónica

—Para mí unas alitas picantes —veo el menú—, y un té de limón frio por favor

—¿Y para este cosito hermoso? —mi perro le ladra en contestación, le agrada.

—Nada, ya comió y está a dieta —Raptor agacha la cabeza lloriqueando—. no me pongas esa cara señorito.

Emisellys ríe a carcajadas al ver al perro hacer un drama, su risa nos contagia por completo y reímos junto a ella.

—¡Coño´e la madre! Es todo un niño, ¡ay no! ¡Es taaan bello!

Da la vuelta y se va dejándonos con su contagiosa risa.

—Ella es única. Es venezolana por eso la expresión, mi hija Sandra le copia muchas de esas expresiones así que no te sorprendas cuando la escuches, y estoy muy segura que lo harás muy pronto.

Recuerdo que cada vez que hablaba por teléfono con ella siempre salía el nombre de su hija queriéndose vengar de alguien. Espero no sea una chica problema porque Verónica, se nota que es una mujer extraordinaria ella emana demasiada dulzura y comprensión.

La orden que pedimos llega y comemos en silencio, pasados unos minutos escuchamos la puerta y la campanita suena informando que alguien entró escucho la voz de un hombre diciendo “pero no se permiten animales aquí”, mis alarmas se activan, soy nueva en el lugar y ya tendré problemas.

Eres abogada Cinthya así que pon ese don en acción.

Eso quiero hacer cuando siento la presencia de alguien a mi lado, vuelvo mi vista hacia arriba con lentitud y tengo que levantar mucho la cabeza porque es gigantesco.

Ahogo un grito que se atora en mi garganta, mi cuerpo comienza a temblar, me arrastro sobre la banca larga hacia atrás, el principio de un ataque de pánico, al ver mi reacción y sentir mi miedo, Raptor se pone en guardia empieza a ladrar y gruñir de forma agresiva listo para saltar a la yugular, debo calmarlo, solo que no estoy en condiciones para eso porque mi actitud lo está haciendo volverse loco.

Verónica se levanta sorprendida, todos los presentes nos ven con auténtica sorpresa.

—¡No! ¡No me toques! —logro decirle con voz entrecortada y con horror al “monstruo” que tengo cerca.

—No lo haré —retrocede dos pasos, con las manos levantadas, su ceño fruncido, sorprendido de mi extraña actitud.

—Cinthya cariño cálmate por favor —suplica preocupada, veo a Verónica acercase y Raptor gruñe viendo directo a los ojos al hombre.

Parpadeo varias veces y la sigo con la vista, me ve directo a los ojos y me transmite tranquilidad, mi corazón se empieza a controlar, por lo que empiezo a respirar con normalidad.

—Raptor —logro decir, de inmediato deja de gruñir y acerca su cabeza a mi rostro lamiéndolo—, estoy bien pequeño, estoy bien.

Cierro los ojos y hago ejercicios de respiración para tranquilizarme, Verónica se acerca a mi cuerpo tembloroso por el viaje instantáneo que di al pasado; cuando ese enorme hombre se acercó invadiendo mi espacio como queriéndome atacar, cosa que solo imaginé, segundos después veo su rostro preguntándose qué estaba pasando.

Las manos de Verónica me halan hacia su pecho, y del miedo, paso a la vergüenza.

—Tranquila cariño, Dante no te hará daño.

¿Así es que se llama el grandulón…?

—Lo siento —susurro con mucha vergüenza a la vez que intento zafarme—, yo… debo salir de aquí.

—Espera unos segundos —da palmaditas en mi espalda y me aprisiona de nuevo, se siente tan bien.

En la misma posición me sostiene unos minutos más hasta que poco a poco siento como suelta su abrazo. Levanto la cabeza y no hay nadie más que nosotras en la cafería. Recorro el lugar con la mirada deteniéndome en los ojos de la camarera en sus manos sostiene una taza camina hacia nosotras y lo coloca frente a mí.

—Es un té de tilo, te ayudará a relajarte, mi vida. Esa mirada me dice que te preguntas que paso con todos… Dante y yo tomamos la decisión de sacarlos para que te tranquilizaras. Él mismo decidió salir, es un buen tipo solo que hoy no ha sido su mejor día, pero te aseguro que no le hace daño a nadie.

La vergüenza se instala de nuevo y el rubor de mi rostro me delata. Decido tomar el té, han sido muy amables y comprensivas con una desconocida.

—Jamás volveré a esta cafetería —susurro, ellas se ríen de mi declaración—; bonito drama hemos armado —mi perro ladra con desaprobación—, está bien, yo he armado —vuelven a reír—, ¿Qué quería decirme Dante…? Ese es su nombre ¿cierto…?

—Ay verga, sí, él vio al perro sentado como un ser humano, y no es que sea un gruñón que odie a los animales, solo deseaba decirte que no se permiten, que aquí es raro que los encuentres sentados en una mesa esperando su orden —ríe—, discutí con él al respecto, porque no tenemos ningún aviso. Seguro se arrepintió al ver tu reacción ¡Coño´e la madre! Lo escuché maldecir en lo bajo muy frustrado cuando se fue.

Cubro mi rostro, estoy tan avergonzada, nunca veré a ese hombre a los ojos.

La casa es más linda de lo que se ve en las fotos.

Después del espectáculo que hice en la cafetería, Verónica me guía hacia la casa, y como bien me lo había informado, somos vecinas. Estaciono el auto frente a la casa, suspiro y un revoltijo de emociones me embarga impidiendo que pronuncie palabra alguna. Solo estoy consciente de una cosa, es aquí donde iniciaré mi vida y no sé qué siento al respecto.

Miedo.

Sí, es lo que siento en parte, porque mi ser completo está teniendo un torbellino de emociones que aprisionan el pecho. Una parte me dice ¡hagamos esto! Y la otra me grita ¡corre perra, corre!

—¡Y bien! ¿Qué te parece…?

—¡Wow! Es… linda.

—Y acogedora, entremos —caminamos hacia la entrada y cuando abre noto que la casa esta amueblada en su totalidad—, nos mudamos aquí cuando las niñas vinieron a formar parte de nuestra familia.

Veo alrededor, ¡es enorme para mi sola! La decoración es sencilla, muy hogareña, las paredes de un color blanco hueso, las ventanas no tienen cortinas, un sillón amplio en la sala con una mesa baja en el centro, un florero adorna su centro.

—¿Hace cuánto de eso? —sigo con mi inspección.

—Doce años —camina hacia lo que es la cocina y entramos, todo está limpio.

—¿Café? —pregunta señalando la cafetera.

—Claro, el de la cafetería ni siquiera lo pedí —me sonrojo de vergüenza al recordar ese lugar. Me siento para observarla moverse con fluidez, es obvio que sabe dónde están las cosas.

 —Cuando quieras podemos ir, Emisellys prepara unos deliciosos postres que te harán olvidarte de la dieta. —bromea y reímos, ofrece la taza con café caliente y lo pruebo, delicioso.

—Yo no volveré ese lugar. —bajo la mirada hacia la taza con café.

—Cinthya —me llama, levanto mi vista para verla a los ojos—, quiero que sepas que no solo te considero mi inquilina, quiero que, en mí, veas a alguien de confianza, de lo que sea que desees hablar yo soy toda oídos.

—Gracias —me toma por sorpresa, admito que me gusta mucho lo que me dice, le sonrío—, tomaré en cuenta lo que me has dicho, y agradezco el apoyo, soy solo una desconocida que busca…

—Paz—termina la frase con una sonrisa en su rostro—, no entraré en detalles, apenas nos estamos conociendo, pero yo vi tu reacción en la cafetería y aunque quizás no fueron las mismas circunstancias, debo decirte que conozco muy bien la mirada de miedo en tus ojos en esos momentos en los que viste a Dante… también identifiqué un posible ataque de pánico…

—Yo… —aparto la mirada con vergüenza y miedo de que me lea como un libro abierto.

—¡Mamá! Hay un enorme perro en la puerta que no me deja pasar —escuchamos un grito procedente de la entrada.

—Sandra cariño, estoy dentro ya salgo, es mi hija menor —me indica y se levanta conmigo siguiéndola.

—¡Vamos anda! ¡Muévete! —la chica cabello negro, de ojos miel, con los brazos en forma de jarra, frustrada de que Raptor no la deja entrar y es imposible que lo mueva, si pesa más que ella.

Salimos de la casa sin dificultad ya que mi perro no está cerca de la puerta, pero si esta plantado frente a la chica, y sonrío al ver la escena, Raptor la ignora, ni siquiera vuelve su vista hacia ella.

—Hola cariño, preséntate —le aconseja su madre, ella me mira y ¡oh Dios! Esa mirada es tan profunda. Su semblante cambia de frustrada a verme con ¿interés…?

—Cinthya, ¿cierto? —Asiento con la cabeza—, soy Sandra, no San, ni Sandy, Sandra por favor. —ordena lo último.

—Hola Sandra, está bien, solo Sandra —sonríe con amplitud y me enternece—, es mi perro Raptor.

—El desobediente —Raptor le ladra en respuesta.

—Solo obedece a mis órdenes.

—¡Ah! ¿Sí? Si le pides que despedace a alguien ¿lo hará? —sus ojos brillan ante tal pensamiento.

—¡Sí, pero, no voy a ordenarle hacer eso! —me horrorizo.

—¡Que aguafiestas!

—Sandra —la reprende su madre con cariño.

—¡Qué más da! —rueda los ojos sacando aire lo que hace que el flequillo en su frente se mueva hacia arriba, la imagen es graciosa y me hace reír—, ordénale que se mueva para poder pasar, mi hermana necesita su caja de cosas cursis —hace una mueca de asco—, y necesito ir por ella.

—Lo siento Cinthya, nos mudamos hace menos de una semana, aún tienen cosas que no hemos trasladado hacia la casa de al lado.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP