Rosalía se dirigió a la oficina inmediatamente después de abandonar la mansión y llevó a los guardias de seguridad a la oficina para interrogarlos. Solo había dos guardias esa noche, lo que hizo que fuera un proceso sencillo.
—¿Quién de ustedes tenía acceso al aire acondicionado esa noche? —El rostro de Rosalía era frío y de todo su cuerpo emanaba una majestuosidad innegable.
Los dos guardias de seguridad temblaban sin control.
—La presidenta les hizo una pregunta, dense prisa y contesten —el guardaespaldas de Rosalía se quedó a un lado mientras observaba a los dos guardias de seguridad que se mostraban desconcertados, su mirada mostró su desagrado.
Los dos guardias de seguridad parecieron calmarse un poco y procedieron a contestar:
—Aquella noche nos turnamos para manejar los controles de todo el edificio. Nosotros nos encargamos de vigilar que la temperatura fuera constante.
Rosalía los observó, ya tenía un pie en la tumba y no lo quería admitir.
—¿Constante? —Preguntó con sarcasmo