Cuando salieron del parque de atracciones, ya había anochecido.
Por la noche, toda la ciudad estaba bien iluminada. Al salir a la calle, se podía ver un vasto paisaje abierto.
Estrella se apoyaba en el brazo de Claus, sintiéndose muy relajada y contenta. La brisa hacía volar su cabello y lo hacía caer sobre el brazo de Claus, como si quisiera enredarlos a los dos.
Paso a paso, llegaron al centro de la ciudad sin darse cuenta. Había mucha gente y un ambiente animado, incluyendo muchos espectáculos callejeros. Un joven artista tocaba la guitarra y el viento llevaba su melodía a todos los rincones de la calle. Animada por la curiosidad, Estrella le echó un vistazo al chico, pero Claus se acercó y la detuvo inmediatamente.
En su fuero interno, ella no pudo evitar poner los ojos en blanco… ¿Acaso no tenía ni el derecho de apreciar el arte? Qué hombre tan celoso…
—Vamos a comer algo —propuso Claus, mientras tomaba la mano de Estrella y caminaba hacia delante. Había demasiada gente y estaba