CAPÍTULO 30. EL BESO DE LA PERDICIÓN

Donatto Russo

Estaba en la oficina, revisando y firmando unos documentos. Últimamente esta era mi rutina, desde hacía un par de semanas cuando terminé separándome de Catalina, por eso me quedaba trabajando hasta tarde, de esa manera estaría desocupado los fines de semana, para pasar tiempo con mi hijo, no obstante, para poder verlo era una lucha titánica con ella. Decidí marcharme, aunque la casa era una herencia familiar, la dejé allí por no causar ningún cambio drástico en la rutina de Marino.

En ese momento, timbró el celular, se trataba de una llamada de la directora del colegio de mi hijo.

—Buenas tardes, señor Russo, nadie ha venido a buscar al niño…—De inmediato le impedí continuar hablando.

—Buenas tardes, señora Martelli ¿Qué dice? ¿

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