Tabata es una mujer que a temprana edad creyendo que habia encontrado el amor, se embarca en una relación con un hombre mucho mayor que ella, el perfecto príncipe azul, sin embargo, no se imagina el infierno que vivirá, pero piensa que es muy tarde para dar marcha atrás y se resigna a vivir la vida que escogió. Un día cansada de los malos tratos e infidelidades de su esposo logra escapar, solo por una noche pensó, se va a un bar para tratar de vivir lo que nunca hizo, allí conoce a Donatto un hombre con el corazón maltrecho como consecuencia del abandono de su esposa, se cuentan sus penas y sucumben a la tentación, solo una noche pensaron, nunca nadie se enteraría, jamás imaginaron que ese día tendría consecuencias. Tabata se verá obligada a escoger entre sus hijos del matrimonio y el producto de su noche de infidelidad, ¿Tendrá alguna otra alternativa? ¿Será capaz de contarle a Donatto lo que produjo la noche de pasión? ¿Aceptará su esposo que se quede con el producto de su traición? ¿Algún día podrá librarse del yugo de ese infierno? Registrada en Safecreative bajo el número 2009145335129. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra por cualquier medio o su adaptación sin la autorización expresa de la autora. Esta novela es producto de mi imaginación, por lo cual es ficción, no está basado en hechos ni personas reales, si encuentra alguna similitud con un caso de la vida real es pura coincidencia. Los conflictos de los protagonistas o su forma de resolverlos no me define ni implica que yo avale sus métodos de solucionarlos. Estoy en contra de cualquier violencia psicológica, física, cibernética. Esta historia contendrá, escenas de sexo consentido y sin consentimiento, maltratos y traición.
Leer másMe levanté con entusiasmo, feliz porque ese sería mi primer día de trabajo como asistente en uno de los mejores bufetes de abogado del país “Studio Legale Avvocati Colombo”, no lo podía creer, yo Tabata Bellini tendría esa oportunidad.
Había realizado unas pasantías por un mes en dicho bufete, una vez concluí un curso de formación para asistentes, me encantó trabajar allí, el ambiente laboral, los conocimientos, todo. Mi gran ilusión era ingresar a una escuela de leyes en cualquiera de las universidades del país, soñaba un día en convertirme en una prestigiosa abogada. Por ello sin decirle a nadie, introduje el currículo en ese prestigioso bufete. Tal vez porque en el fondo creí no me seleccionarían, al no tener la experiencia laboral, aunado a mi edad, pues solo contaba con escasos dieciocho años.
Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando dos semanas después de ingresar la hoja de vida, me llamaron a una entrevista laboral con la jefa de Recursos Humanos. Ella se quedó gratamente admirada, al comprobar mis credenciales, con tan poca edad, me había dedicado a realizar cursos de redacción, computación, incluso hablaba con fluidez español e inglés, al parecer fueron esos dos factores decisivos para seleccionarme.
Ahora estaba aquí, nerviosa como nunca, mirando el closet como si tuviese ante mí un problema de física nuclear, fui sacando una a una las prendas y arrojándolas en la cama, definitivamente no tenía ropa para colocarme, mi vestuario no era adecuado para acudir a trabajar en un bufete.
Cuando hice las pasantías fui a trabajar con el uniforme del instituto, pero ahora no podría irme vestida de esa forma. Suspiré resoplando de la impotencia, me senté en la cama sin saber lo que haría. Mientras dibujaba en el rostro un puchero de frustración, escuché unos golpes en la puerta y la voz de mi madre.
— Tabata ¿Estás lista?— interrogó mi madre a través de la puerta.
—Aún no madre, ¿Puedes venir a ayudarme? —le pedí.
De inmediato se asomó por la puerta, al ver mi desastre abrió la boca sorprendida.
—¿Qué desastre tan grande Tabata? ¿Por qué has hecho eso? —interrogó en tono de aprensión.
—Lo siento mucho, lo arreglaré cuando llegue del trabajo. No pude conseguir ropa adecuada, tengo puros shorts, vestimenta deportiva, las faldas son demasiadas cortas para ir a la oficina así, sobre todo tratándose del primer día del trabajo. No puedo perder esta oportunidad, fue difícil obtener la autorización de papá para dejarme ir a trabajar.
—Entonces no puedes darte por vencida, algo debe haber allí con la cual puedas vestirte —expresó mi madre. Juntas comenzamos a buscar ropa adecuada.
Mis pantalones estaban rotos por todos lados, hasta en los glúteos porque así se usaban. Como estábamos en verano, aprovechaba el clima para vestirme cómoda, con el estilo de mi agrado, casual y relajado.
Luego de más de quince minutos buscando, escogí el jean con menos rotos en sus piernas, una blusa negra de tiros, un blazer negro de un corte formal, fue lo mejor que encontramos para vestirme. Me recogí el cabello de un hermoso rubio oscuro, en un moño alto, maquillé mis ojos con delineadores y sombras, resaltando mis orbes verdes. En los labios, apliqué un labial color nude. Aunque no vestía todo lo convenientemente formal, había quedado bastante bien, dando un aspecto de seriedad.
Una hora después, había realizado la entrevista con la jefa de recursos humanos, quien terminó asignándome como apoyo al staff de secretaria de los abogados especialista en materia penal del bufete.
En ese momento me encontraba sacando copias a un expediente. Respiré profundo, un poco irritada, porque pensé estaría asignada a un trabajo donde utilizaría más mis neuronas en vez de mis manos.
Di un resoplido de impotencia, sin embargo, no me di cuenta y marqué sin querer el panel de la máquina, empezaron a salir hojas por todas partes de manera descontrolada, mientras yo trataba por todos los medios, de frenar ese proceso apretando diversos botones sin ningún resultado.
Estaba a punto de llorar de la impotencia, cuando escuché unos pasos a mi espalda, después una voz ronca casi en mi oído, provocándome excitación y erizamiento en la piel.
—¿Necesitas ayuda? —interrogó. Avergonzada no tuve otra alternativa, sino aceptar su ofrecimiento.
—Si por favor, disculpe. Estaba pensando en tonterías, en mi distracción terminé presionando el botón para hacer múltiples copias. ¡Qué horror! Gracias a Dios no me vio ninguno de los jefes, porque si se dan cuenta terminaran echándome el primer día—. De inmediato vi el fuerte brazo cruzarse a un lado de mí, haciéndose cargo de la situación.
—No te preocupes, nadie se enterará. Este será un secreto entre tú y yo—expresó colocándome a un lado, allí lo pude ver, guiñándome un ojo mientras sonreía, dejándome sin aire.
Era un hombre de una belleza extraordinaria, su cabello era tan negro como el ébano, sus oscuros ojos daban la impresión a simple vista de ser negros, pero cuando concentrabas la atención en ellos, realmente eran de un marrón oscuro intenso, su piel dorada, una nariz aguileña, unos labios gruesos, demasiado provocativos, los cuales incitaban a besar, en definitiva era un espécimen fuera de lo común.
No pude evitar sentir mi estómago encogerse, ante el escrutinio realizado por el hombre. Me reprendí mentalmente “¿Qué estás diciendo Tabata a caso? ¿Te has vuelto loca?”.
Estaba concentrada observándolo, totalmente abstraída, no lo escuché hablar, sino hasta oírlo repetir sus palabras, llamando mi atención. Eso provocó demasiada vergüenza en mí, tiñéndose de rojo mis mejillas, mientras él se sonreía con picardía, dándose cuenta sin lugar a dudas de la causa de mi silencio. Me había quedado lela, soñando despierta con él.
—Disculpa, ¿te encuentras bien? —repitió mientras yo era un manojo de nervios, a pesar de encontrarme en un ambiente fresco, comencé a transpirar copiosamente.
Cuando escuché el sonido de su voz volví a la realidad, me había llamado varias veces, pero estaba tan concentrada imaginándome besándolo que no lo escuché.
—Lo siento, pensaba en otra cosa. Yo soy Tabata ¿Y tú cómo te llamas? —le pregunté sonriente.
Lo vi titubear por un momento, luego respondió —Soy Ric—expresó extendiendo su mano—, es un placer conocerte Tabata.
Habló sin dejar de ver fijamente a mis labios, mientras pasaba su lengua por los suyos en un gesto sensual. Me reprendí por atrevida, ¿Qué carajos me estaba sucediendo con ese hombre? No solo alteraba mis hormonas, sino también provocaba cortocircuitos en mi cerebro.
— ¿Trabajas aquí? ¿Eres de los abogados del bufete? —pregunté con curiosidad.
—Pues, es un poco complicado darle respuesta a esa pregunta—manifestó el hombre sin dejar de exhibir esos perfectos dientes, dignos de cualquier comercial de dentífrico.
— Bueno, un simple no o un sí basta —hablé coqueta sin darme cuenta.
—Bueno si es así de simple, entonces no trabajo aquí. Bueno, Tabata —pronunció mi nombre con una dulce entonación —. Ha sido agradable hablar contigo Tabata, vuelvo y repito tu secreto está seguro conmigo. De hecho, preciosa, cuando estés conmigo siempre estarás a salvo—guiñó un ojo saliendo del pequeño salón, dejándome demasiado emocionada por haber coincidido con semejante hombre.
****************************************
Al salir de la zona de fotocopiado caminé con destino a mi oficina, la cual conservaba en ese lugar. Lo hice de manera sigilosa, no deseaba se dieran cuenta de mi llegada, bueno solo la chica a quien acababa de conocer hacia un momento, pero ella no contaba. Al parecer no tenía la mínima idea de quién era yo. Me gustaba aparecerme de sorpresa, eso me permitía ver como se comportaba la gente cuando no estaba y cuán sinceros eran. Era agradable ver con mis propios ojos, como se manejaba mis bufetes sin estar yo presente.
Luego de más de media hora revisando cámaras, documentos, envíe un mensaje a Jacco, mi amigo, uno de los encargados de la oficina cuando yo no estaba, lo cual era bastante seguido, porque casi no viajaba a esta sucursal.
“Estoy aquí en mi oficina. Te espero en dos minutos”, le escribí.
Me quedé con un bolígrafo en las manos mientras pensaba, en la chica de hace un momento, no había podido quitármela de la cabeza, era muy bella con unos labios carnosos, me provocó mordérselos, un cuerpo de infarto, una clara invitación a pecar, pensé mientras no dejaba de sonreír, justo en ese momento entró mi amigo y se quedó sorprendido de verme tan de buen humor.
— ¡Wow! Eso si es nuevo, verte tan feliz—declaró mi amigo en un gesto exagerado de sorpresa.
— Necesito casarme, voy a optar por un cargo de juez contencioso expresé con tranquilidad.
—También puedes hacerlo estando soltero, no veo cuál sea la limitante—indicó Jacco.
—Jacco, un hombre casado, de familia se ve más estable tanto emocional como moralmente y sabes bien cuál es mi objetivo principal, convertirme en uno de los magistrados del supremo tribunal —pronuncié con convicción.
—Bueno, escógelas entre tus amantes, hasta donde sé tienes más de una en cada sucursal de tu bufete —pronunció burlándose.
No se tomó mi confesión con seriedad, pensaba era una broma, sin embargo, nunca había hablado con tanta seriedad en mi vida.
—Ellas no sirven, son mujeres demasiado experimentadas, no van a dejar sus carreras por dedicarse a un hogar y tener hijos. Necesito a una mujer joven, bonita, alegre, inocente e ingenua. Sobre todo fácil de moldear, obediente a mis órdenes.
» De esas para quienes los príncipes azules siguen existiendo, enamorada, capaz de entregar todo por su hombre, donde yo sea lo más importante. Solo una mujer así, no pondrá reparos en nada, además, necesito confié ciegamente en mí, no me provoque escenas, ni me persiga, que se quede en casa esperándome mientras estoy lo mío y por supuesto bonita —Jacco se quedó viéndome sorprendido, pero sin dejar de expresar un gesto de burla.
— ¡Por Dios! Existe una mujer así, ¿Dónde está? También quiero una para mí así. No creo la puedas encontrar en el círculo donde nos movemos.
—Pues Jacco, si existe. La he encontrado trabaja en el centro de reproducción de documentos, se llama Tabata y quiero conocer todo sobre ella.
“El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer.” Joan Manuel Serrat.
Un año después del nacimiento de los mellizos.El jardín estaba decorado en tonalidades azules y rosado, hermosas sillas y mesas vestidas de estos colores, había payasos, inflables de niña y de niño, la mesa con entremeses. Veía hacia la entrada esperando la llegada de Donatto, quedó en llegar el día anterior y aún no aparecía. Estaba ansiosa por volver a verlo, tenía dos meses que no lo veíamos, aunque hablábamos por teléfono, videollamadas, no volvió a hablarme de querer casarse conmigo, mantuvo su promesa de no hacerlo, por más de quince meses.A veces me preguntaba, si quizás encontró a alguien más y se olvidó de mí, porque no podía creer como se mantenía célibe un hombre tan guapo y extraordinario como él, más cuando
Llegué a Nápoles un día antes, le pedí a mi chofer que en vez de llevarme a la empresa lo hiciera al apartamento de Tabata, estaba muy intranquilo, enseguida comencé a marcarle, no me respondía, marqué los números de Adriano y Flavio, los cuales Genaro había dejado en la planta baja, cuando venía de camino a buscarme y tampoco atendían sus móviles.—Genaro, por favor acelera y vamos donde Tabata, yo me encargo de pagar las multas —. No podía soportar mi inquietud, tenía una angustia y sobre todo un mal presentimiento.Cuando llegamos al edificio, ni siquiera esperé a que el auto se detuviera y literalmente me lancé. Corrí a la entrada, los de seguridad me abrieron la puerta de inmediato. Esperé el ascensor por unos segundos, como no llegaba, decidí subir por las escaleras, lo bueno, no eran mucho lo
Cuando vi a Tabata caer inanimadamente en la camilla, el miedo se apoderó de mí como una gran bruma, me puse pálido y a punto estuve de caer también desmayado, pero Dafne me tranquilizó.—No vayas a perder la conciencia tú también, porque no podré con los dos, no te preocupes se desmayó por la impresión de saber que tiene un embarazo doble —sonrió mi amiga, mientras tomaba un copo de algodón, lo untaba con alcohol y se lo colocaba en la nariz a Tabata.Yo permanecía a un lado de ella, esperando despertara, cuando lo hizo, un atisbo de susto se asomó en sus ojos.—¿Estaba soñando, verdad? —preguntó en tono de duda.—Bueno, en realidad no es así, te desmayaste al saber que serás la madre de unos gemelos —hablé sin poder evitar un
La actitud de Donatto me sorprendió, ¿Cómo podía estar tan feliz cuando yo estaba muriéndome de los nervios? Era riesgoso un embarazo a estas alturas de mi vida, ¿Cómo iba a ser mamá cuando ya tenía dos nietos? Mi hijo sería menor a sus sobrinos, no quería volver a pasar por todo el trauma de un embarazo y si él cambiaba de actitud hacia mí. Todas esas preguntas habían martillado en mi interior desde el mismo momento cuando me enteré de la noticia.Aún estaba evaluando la expresión en el rostro de Donatto, cuando de forma sorpresiva no solo para mí, sino también para mis hijos, lo vimos lanzarse en el suelo de rodillas a mis pies, tomándome por la cintura, comenzó a darle besos y hablarle a mi barriga, sin dejar de sonreír feliz, yo me quedé congelada, no sabía si levantarlo, seguir peleando, abra
No pude evitar sentir las lágrimas saltar de mis ojos, nunca imaginé sentirme tan plena y amada, en ese momento comprendí de nuevo, la diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Porque una vez más Donatto, me hizo sentir delicada, importante, con suavidad me recostó en la cama, quitó la ropa con cuidado y comenzó a recorrer cada resquicio de mi piel con sus labios y lengua, desde mis orejas las cuales mordisqueo, haciéndome sentir una especie de corriente eléctrica recorrerme, bajó por el cuello, donde se entretuvo oliendo y besando, siguió descendiendo, quedándose más tiempo a juguetear con mis senos, los besaba, saboreaba, succionaba, despertando en mí una vorágine de emociones.Con cada roce de su lengua en la piel, sentía quemarme en la llama de la pasión, apreté mis manos en las sábanas, entretanto un cosquilleo recorr&iacut
Transcurrieron otro par de semanas, terminé quedándome con mis gemelos en el apartamento de Donatto, pero pagándole un canon de arrendamiento a pesar de su oposición. Mientras tanto mi hijo Romano regresó a Roma. Conseguí trabajo, en una empresa de uno de los socios de Donatto como secretaria y me estaba desempeñando bien.Donatto seguía insistiendo en cortejarme, aunque no buscaba besarme ni acercarse físicamente a mí, pero me invitaba con mis hijos a parques, juegos, paseos, museos, almuerzos, cenas, ferias, me regalaba rosas. Era demasiado detallista, todas las mañanas lo primero que veía al levantarme, era un mensaje suyo.Era demasiado atento, me abría la puerta del auto cuando iba a subirme, las puertas de los edificios donde íbamos cuando íbamos a entrar, me buscaba y llevaba todos los días al trabajo.
Último capítulo