CAPÍTULO 46. EL CULPABLE DE MIS DESGRACIAS  

No pude evitar sentir las lágrimas saltar de mis ojos, nunca imaginé sentirme tan plena y amada, en ese momento comprendí de nuevo, la diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Porque una vez más Donatto, me hizo sentir delicada, importante, con suavidad me recostó en la cama, quitó la ropa con cuidado y comenzó a recorrer cada resquicio de mi piel con sus labios y lengua, desde mis orejas las cuales mordisqueo, haciéndome sentir una especie de corriente eléctrica recorrerme, bajó por el cuello, donde se entretuvo oliendo y besando, siguió descendiendo, quedándose más tiempo a juguetear con mis senos, los besaba, saboreaba, succionaba, despertando en mí una vorágine de emociones.

Con cada roce de su lengua en la piel, sentía quemarme en la llama de la pasión, apreté mis manos en las sábanas, entretanto un cosquilleo recorr&iacut

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