Celine observa la ciudad desde la ventana de su oficina mientras el ruido de fondo de la empresa apenas la tocaba. No podía dejar de pensar en lo que había ocurrido. Su corazón todavía latía con ansiedad tras aquel encuentro con Austin y el descubrimiento de su hijo con sus recuerdos personales de antaño.
Había algo en la voz de Austin, en su mirada, que le decía que él grababa. Pero si era así, ¿por qué fingir?
Aquella tarde, decidió visitar a su mejor amiga, Bianca Ferraro. Bianca era diseñadora de modas, una mujer de alma libre y sonrisa pícara que siempre la había ayudado a mantenerse cuerda. La encontró en su estudio, rodeada de telas, bocetos y maniquíes.
—¡Celine, al fin! ¿Vienes a que te vista como una reina o solo a que te escuche llorar?— bromeó Bianca, abrazándola—Ya se fue tu marido entonces.
—Ambas cosas, tal vez —responde Celine con una débil sonrisa.
Bianca escuchó cada palabra con los ojos muy abiertos, en especial cuando Celine mencionó a Austin, a Cassius y la extrañ