Capítulo 39: El amor destruye

SANTIAGO CASTAÑEDA

Dándome golpecitos en los labios con el celular, no dejaba de pensar en Julia y su voz, una capa de fortaleza falsa cubriendo su tristeza. Cuando el auto se detuvo frente a la cafetería, mi estómago se retorció al verla a través del ventanal, parecía un alma en pena, con la mirada perdida en su vaso humeante.

Entré al establecimiento, presuroso por alcanzarla. Con cada paso que daba hacia ella esperaba que levantara la mirada y me sonriera o se encogiera de hombros, pero seguía inerte, como una cáscara vacía, solo respirando.

Me detuve frente a ella, ni siquiera así levantó la mirada hacía mí, estaba rota y cayéndose a pedazos, lo peor es que no parecía dispuesta a volverse a armar, solo estaba consumiéndose en su agonía, dejando que el dolor brotara por cada fractura mientras sus manos acariciaban su vientre, ahí estaba lo último que quedaba del amor que sentía por ese hombre.

—¿Julia? —pregunté sintiéndome miserable por ella—. Bonita…

Acerqué mi mano, pero cuan
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