JULIA RODRÍGUEZ
—¿Duele? —preguntó Santiago asomándose, queriendo ver mi rostro, mientras yo mantenía la mirada fija al frente—. ¿Duele negar lo que sientes y minimizar lo que quieres? ¿Puedes sentir como te carcome las entrañas lentamente como si estuvieras llena de polillas?
Retrocedí con los dientes apretados y viéndolo con odio mientras su sonrisa se hacía cada vez más grande, parecía divertido, con sus manos dentro de los bolsillos mientras sus hombres se acercaban a la cafetería en un auto con vidrios polarizados.
—Te quema el alma no poder conseguir lo que quieres —susurró antes de soltar un suspiro—. Estás rota por esperar demasiado de él. Por rogar cada noche que te vea como tú deseas que lo hagas. Dos años suena a que has sufrido mucho.
Me tomó por el mentón, obligándome a levantar el rostro hacia él, mientras yo desviaba la mirada. No quería llorar, pero me estaba rompiendo.
—Tenía mis dudas sobre ti, Julia Rodríguez —susurró mientras limpiaba mis lágrimas suavemente de m