Capítulo 181: Empieza la resaca

SANTIAGO CASTAÑEDA

Salí de esa locura antes de que alguien comenzara a acusarme por envenenar a todos. En el auto no solo me esperaba Emilio, sino también Patricio que parecía nervioso.

—Fue Liliana… —susurró con la mirada confundida, entrecerrando los ojos repetidas veces mientras estos seguían las luces de los autos en la oscuridad.

—¿Liliana? —pregunté casi sin voz.

—Ella los envenenó a todos —contestó rascándose la barbilla—. Me pidió que liberara a Rita y dejara una cápsula de veneno en sus ropas.

—Para incriminarla —agregué sorprendido de que esa pequeña e inocente criaturita, carita de ratón travieso con el sentido de supervivencia de un panda tuviera la mentalidad y la frialdad para hacer algo así. Entonces recordé como su mirada careció de alma cuando estuvo ante Rita—. Creo que tenemos un problema.

Me derretí en el asiento trasero del auto y comencé a frotarme las sienes. Sentía una punzada, como si alguien estuviera picándome con una jeringa, metiéndola hasta mi cerebro
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