MATTHEW GRAYSON
—No —dije tajante y molesto—. No pienso vivir en la misma casa contigo, no voy a tolerar tu existencia en mi vida y mucho menos voy a cuidar de tus hijos como si fueran míos.
—¡Ah! ¡¿Por qué?! —exclamó Santiago poniéndose de pie de un brinco—. Yo cuidé de Mateo cuando tú no estuviste. Es más mío que tuyo y no te lo ando echando en cara. Lo mínimo que espero de tu parte es que hagas lo mismo por mis hijos. Eso fortalecerá nuestra relación.
—¿Relación? —preguntó Julia arqueando una ceja y sonriendo divertida. Estaba más acostumbrada a las irreverencias de Santiago que yo, o por lo menos le tenía más paciencia.
—Sí, no estás para saberlo, ni yo para contarlo, pero ya dormimos juntos —confesó Santiago fingiendo que le apenaba comunicárselo a Julia.
—¡No dormimos juntos! —exclamé perdiendo la paciencia—. ¡Él apareció en mi cama! ¡Se metió a mi habitación sin permiso!
—¡Pero bien que te gustó despertar conmigo, abrazados de cucharita! —exclamó empeorando las cosas, como si