El Grinch en mi interior
Por Melanie, Grinch Scott
—¡Odio la navidad! — bufo como todos los años cuando empieza diciembre, que mes tan molesto e insoportable, debieran quitarlo del calendario. Para lo único que sirve es para volverse loco comprando y buscando enamorar a alguien. Es peor que san Valentín— Ush...
—Deja de reclamar, Scott y ven a jugar.
Esta era la única cosa buena del invierno y del puto mes de diciembre, el hockey sobre hielo era mi segunda pasión, después de las leyes y este año por fin estábamos a un paso de las finales nacionales con el equipo femenino del colegio. Soy la capitana y estoy en mi último año, por lo que estoy más que contenta con esta parte de las fechas, pero solo con eso.
—Ya voy, entrenador— me coloco mi casco y enfilo mis navajillas para ir al centro de la pista, estos nuevos patines eran colosales, amé cuando Elliot me los entregó en mi cumpleaños. Mi hermanito tan bello me dijo que los había diseñado especialmente para mí, cosa que ratificó mi adorado mellizo que fue el que los confeccionó.
Trabajo de hermanos, fue lo que me dijeron y debo agradecérselo, pues son livianos y se ajustan al frío hielo como si estuviera caminando descalza.
—Deja de refunfuñar y da lo mejor de tí —me dice mi mejor amiga y ahora futura oficial de policía, Hanna Cicarelli a través de la video llamada que tengo con ella y el idiota de mi hermano, Cam. Ambos tuvieron la genial idea de dejarme sola, Hanny porque se fue a la academia y Cam porque está en España perfeccionándose.
— Mi dulce de tiramisú tiene razón, Mel. DIsfruta por nosotros, mira que acá yo muero de frio y ni nieve hay.
—Pues para qué te fuiste, idiota.
—¡Melanie Scott!
—¡Qué ya voy!
De mala gana me despido de los chicos y enfilo mis navajillas con mi hermosa caraa de pocos amigos.
—Chicas, hoy practicaremos ofensiva y para eso le pedí al entrenador Rogers que nos apoyara con sus chicos.
—¡¿Qué?!— a no, no señor ¡Este viejo está loco! ¿cómo se le ocurre que nos va a poner a jugar con esas moles de dos kilómetros de estatura y como dos mil kilos encima. Esto definitivamente sería una tortura —Entrenador, esto debe ser una puta broma ¿no?
—Ninguna broma, reina del hielo y cuida ese vocabulario que con esa boquita comes — ¡Por dios! ¿podrían seguir pasándome más cosas malas este día?
—Y tenía que aparecer el idiota de Powell— reviro los ojos aal ver al idiota del mejor amigo de mi hermano e imprudente número uno aparecer con las moles de su equipo.
—Ya sé que me extrañabas, mi linda pelirroja, pero ya me ves. El deber me llama y aquí me tienes con los muchachos.
—¡Ya paren ustedes dos! Y colóquense en sus posiciones, no tenemos todo el día para sus peleas de divos— nos dice el entrenador, mientras con Adrien nos retamos con la mirada.
—Te haré morder el hielo, preciosa.
—Te dejaré mirando mi lindo trasero, idiota. No te darás ni cuenta.
El disco fue puesto en el centro de la pista y con el pitazo del árbitro comenzó la acción.
Mi risa fue descomunal al ver la cara de idiota de Adrien cuando tomé el disco con mi stick y salí disparada por su diestra. Estaba más que feliz de haberlo hecho m****a en el hielo, a ver si con eso el idiota del mejor amigo de mi hermano me dejaba en paz.
Los gritos de los chicos que estaban en las gradas me hicieron seguir mi camino, estaba destinada a meter ese disco en el arco de los chicos, pero sentí por mi costado que un tren venía acercándose, si ofensiva quería el entrenador, ofensiva le daría.
Cuando tuve a dos moles frente a mí, miré hacia ambos costados, dos de las chicas cubiertas y la otras dos venían más atrás, peleando con los compañeros de Adrien.
En un acto de inmolación, giré mi cuerpo de tal forma de quedar frente a frente con Powell, moviendo mis patines en reversa y quedando de espaldas a esos dos monigotes. En el momento en que el impacto era seguro, moví el stick y lancé el disco directamente hacia una de mis compañeras que había quedado libre.
—¡Mel!— fue el grito que escuché y estoy segura que había sido Adrien.
Siento el golpe seco y como mi cuerpo cruje como guitarra vieja. Instintivamente cierro los ojos y después de todo se fue a negro.