Después de hablar, con el propietario del casino, Enrique
soltó una palabrota no porque el problema fuera difícil de resolver, si no por
el insatisfecho deseo que lo volvía loco.
No podía creer que estaba a punto de hacer el amor con Constanza,
en el jardín, con la tosquedad de un adolescente. El nunca habia perdido el
control de ese modo, el siempre se tomaba su tiempo para seducir a una mujer,
Javiera no lo hubiese querido de otra forma, y siempre había pasado al menos
una hora excitandola. Antes de llevar la cosa a su natural conclusión
Pero con Constanza no había habido música ni velas ni
hambiente romántico. Había estado dispuesto a perderse en ella sin juegos
previos. Enrique no conocía esa parte de sí mismo una parte que solo Constanza
parecía despertar
El era un hombre que se enorgullecía de su autocontrol y que
siempre pensaba bien las cosas antes de hacerla, pero su preciosa prometida la
mujer que esperaba un hijo suyo le robaba el corazón
Era lo desconocido lo que hacía que