Carla asintió. Acarició el rostro de su esposo, éste sonrió adorando esa caricia. Luego ella se retiró del despacho cerrando la puerta.
Max no se sentó.
—Debes calmarte —habló Max con mucha seriedad—. Intentaré contactar a Peter, te llamaré cuando tenga el tiempo para atenderte.
Adam no se movió. Se giró hacia él luego de un par de segundos.
—Siento lo de antes.
Max asintió, aceptando las disculpas; aunque aún por sus venas seguía corriendo la molestia que le causó que Adam se atreviera a tocar a su mujer y que de ese modo la inmovilizara.
—¿Puedo quedarme aquí mientras lo contactas?
Max exhaló aire por su nariz tras escucharlo. Asintió y señaló una de las sillas que rodeaban su escritorio, mientras él caminaba hasta su gran sillón, ubicado detrás, en el puesto principal.
Max tomó su móvil y realizó la maniobra de siempre, abrir la app que disfrazaba el rol verdadero de la misma; una obra de la tecnología que le permitía, tanto a él como a sus socios principales y agentes de la a