Confesiones.
El auto arrancó con un suave ronroneo del motor mientras ellos continuaban mirándose fijamente. Sus miradas iban entrelazadas en un momento que parecía detener el tiempo.
Emilia no podía creer que ese rostro tan perfecto, con facciones esculpidas como si hubieran sido creadas por un artista renacentista, tuviera un alcance de crueldad tan grande y desconcertante.
—Daña mi mano, no la de Kaan, a él le gusta mucho escribir y es su pasión más profunda. Si le dañan su mano, no podrá hacerlo por algún tiempo, y eso destruiría su espíritu creativo. —suplicó con voz temblorosa, mientras sus dedos se entrelazaban nerviosamente sobre su regazo.
—¿Y qué escribe ? ¿Acaso son palabras dedicadas a mi esposa? —Inquirió con los dientes apretados, mientras sus nudillos se tornaban blancos por la presión ejercida. La ira apenas contenida vibraba en cada sílaba pronunciada.
En realidad, Kaan sí se inspiraba en ella para sacar hermosos poemas que capturaban la esencia de sus sentimientos más profundos y