Ryan Black, es un prestigioso abogado en la ciudad de Nueva York, a sus cuarenta años es el socio principal y director legal del Conglomerado Collins. Emma es una chica de veinte años, es inteligente e intrépida. El alma de la familia Collins. Sus vidas no son fáciles, menos cuando Emma odia sin medida a Ryan Black, el mejor amigo de su padre. Y tras un castigo por sus acciones termina bajo la tutela de su odiado enemigo. Las cosas se complican el día que Ryan es rechazado por su novia y Emma descubre que su novio, por quién ha desafiado a su padre, la engaña con su mejor amiga. Una noche de copas, una noche loca los lleva a casarse por error.
Leer másEmma Collins echó un vistazo a su discreto maquillaje. Bajó del auto y caminó hacia el interior de la empresa de su prometido y próximamente su marido. Su relación con Nicholas Fisher, casi le cuesta la relación perfecta con su padre. Michael Collins.
—Señorita Collins —saludó el guardia de seguridad al pie del ascensor.
—Buenos días, Martín —correspondió el saludo con amabilidad.
Así era Emma Collins, amable y sincera.
—¿El señor Nicholas está en su oficina? —preguntó.
Le había llamado antes de salir de la empresa de su familia, quería darle una sorpresa y él había dicho que tenía mucho trabajo y que no se movería ese día de la oficina.
—Sí, claro que sí está.
Emma agradeció y con un semblante más que feliz se dirigió a la oficina de su novio. Nicholas y ella habían sido novios desde que tenían quince años, así que prácticamente solo les faltaba fijar la fecha para la boda e irse a vivir juntos.
Las puertas del ascensor se abrieron, Emma no se sorprendió al no encontrar a Angélica en su puesto, seguramente tenía mucho trabajo y de repente estuvo tentada a volver por donde llegó. No quería interrumpir.
Los ruidos extraños provenientes de la oficina de Nicholas, le hicieron desistir de marcharse y paso a paso se asomó hacia la puerta entreabierta.
—¡¡Nicholas!! —gritó al ver a su novio enterrado en el cuerpo de Angélica, su secretaria y su mejor amiga.
—¡Emma! —gritó apartándose de la mujer y subiéndose los pantalones con prisa.
Angélica se cubrió la desnudez con las manos antes de correr al baño privado de la oficina.
—Bonita, no es lo que parece —dijo atropelladamente el hombre.
—¿Qué no es lo que parece? ¿Crees que soy idiota? Sé lo que vi Nicholas y no quiero preguntar cuántas veces lo has hecho a mis espaldas. Pensé que me amabas —dijo luchando para contener las lágrimas que luchaban por abandonar sus ojos.
Su padre se lo había advertido. Le había dicho en más de una ocasión que Nicholas Fisher no era el hombre que ella necesitaba en su vida y no le había creído. Incluso Ryan Black le había dicho que ese hombre era un jugador y tampoco había tenido en cuenta su advertencia. En su lugar le había acusado de meterse en su vida y le había hecho más de una maldad para vengarse de él.
—Te quiero, Emma. Te juro que te quiero, pero siento que no te amo.
Emma lo miró como si lo viera por primera vez, mientras sentía como su corazón se contraía dentro de su pecho hasta el punto de asfixiarla.
—Escucha nena, podemos intentarlo, podemos casarnos y si no funciona podemos hacer una vida libre. Nuestro matrimonio es un gran negocio, y…
El golpe de una bofetada se escuchó en la oficina y el silencio que le siguió fue sepulcral. Emma miró con un resentimiento tan profundo a Nicholas, como nunca imaginó que podría hacerlo.
—¡Vete al diablo! —gritó enojada antes de girar y marcharse.
Nicholas Fisher maldijo en cuantos idiomas pudo recordar. Sus padres lo matarían si rompía el compromiso con Emma Collins, más cuando ellos estaban a un paso de la ruina.
—Te daré tiempo, bonita —dijo como sí no conociera el carácter vengativo de la joven heredera.
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—No.
—¿No?
Ryan Black se quedó de piedra al escuchar la respuesta de la mujer y como todo un idiota repitió la pregunta.
—¿No?
—No. No puedo aceptar tu propuesta de matrimonio Ryan. Tengo planes y mi carrera se proyecta a Europa, lo siento.
Ryan se puso de pie tan lentamente que pareció una eternidad antes de erguirse en toda su altura.
Había pasado mucho tiempo antes de poder fijarse en una mujer y mucho más tiempo en amar. Clarise había sido la excepción, con ella pensó que tendría lo que su amigo tenía. Una familia e hijos.
—¿Estás segura?
—Dame un año, Ryan. Déjame probar suerte en el viejo mundo, es por lo que he trabajado todos estos años, está es mi oportunidad —expresó.
—¿Quieres tenerme en el banco de reserva en caso de fracaso? —preguntó guardando el anillo de compromiso en el bolsillo.
—No voy a renunciar a mi carrera por ti, no ahora. Soy una mujer joven, Ryan —dijo antes de girar sobre sus pies y dejar al hombre con el corazón destrozado.
¿Qué es lo que podía hacer un hombre de cuarenta años tras una ruptura?
¡Exacto!
¡Emborracharse para olvidar!...
Quince añosEmma miró a su hija, su preciosa niña arcoíris lucía un hermoso vestido de quinceañera, un vestido sacado de un cuento de hadas y es que su hija era eso y más. ¡Era su princesa! La princesa y sus cuatro caballeros.Ryan era un padre orgulloso, Michael y los gemelos estaban encantados con la niña que se convertía en mujer delante de sus ojos.Natalia fue amada desde antes de su llegada, esperada como un milagro no solo por sus padres sino también por sus abuelos y sus tíos.Aunque Patrick y Peter eran mayorcitos y tenían una vida hecha y plena, nunca dejaron de comportarse de manera celosa con ella.—¿Qué piensas corazón? —preguntó Emma al ver a su hija distraída.—En lo celoso que se pondrá mi padre cuando me quite la falda del vestido —rio bajito.Emma negó.—No te atrevas Natalia, tu padre y tu abuelo son muy capaces de caer infartados si lo haces —dijo Emma, pero había cierto regocijo en su voz.—¿De verdad?—Te lo digo muy en serio, pequeña.—¿Entonces por qué me lo co
Quizá no fue coincidenciaGerald no había dejado de pensar en las palabras de Emma, luego de salir del restaurante, se dirigieron a la mansión Collins, y por mucho que Campanita le insistió a su tío para quedarse a dormir con ellos, Gerald se negó.¡Necesitaba un trago!—Quizá una botella —susurró subiendo a su auto para dirigirse a su departamento, se cambiaría de ropa y saldría a beber, necesitaba procesar toda la información que Emma amablemente le había proporcionado sobre el doctor Anderson.Gerald recorrió las calles de Nueva York hasta llegar al Inframundo, el bar favorito de la ciudad y el más prestigioso también, sobre todo, porque el Diablo de Nueva York era el dueño… lo había conocido en una ocasión, Angelo había aprovechado la oportunidad para pedirle que pintara un cuadro de su familia y él no había podido negarse. ¿Quién lo haría con la cantidad de dinero que el diablo había ofrecido?—¿Estás solo? —Gerald giró el rostro para quedar frente a Anderson, el protagonista de
El nuevo marido de su exGerald se despidió del pediatra de Andrew, tenían cita el siguiente mes y él estaba apuntadísimo para volver y ocupar el lugar de Emma.—¿Qué te pasa tío? —preguntó Andrew al ver la sonrisa de oreja a oreja en el rostro del hombre. —¡Eh!—Estás siendo raro —se quejó Andrew, era pequeño, pero no ciego.—¿Quieres comer helado? —preguntó Gerald para cambiar el tema.—El pediatra dijo que no podía comer dulces —se quejó Andrew con un puchero en los labios, el pequeño se cruzó de brazos y se mostró molesto.—Nadie tiene porque enterarse, será nuestro secreto —aseguró.Gerald no iba a perderse la oportunidad de encontrarse con el pediatra, había escuchado decirle a la enfermera el nombre del restaurante donde estaría almorzando ese día.—Te has vuelto loco, tío —susurró Andrew, pero la idea de comer helado le encantaba tanto que se vio seducido para guardar el secreto.Gerald llevó a Andrew a dar una vuelta al centro comercial, le invitó a tomar un cono, un
Cita con el pediatra Gerald Petit, miró con diversión a Emma, su sobrina parecía estar al borde de la locura mientras intentaba hacer que Andrew se mantuviese quieto sobre la silla, cosa que el niño no tenía intención de hacer.—Déjamelo, me haré cargo de él —dijo apiadándose de su sobrina.—Andrew va a sacarme las canas verdes, tío —se quejó Emma.—El karma, cariño, el karma —dijo en tono divertido el pintor.—¿El karma? ¿Cuál karma? —preguntó fingiendo inocencia—. Yo de niña era tan bien portada…—¡Oh! Claro, tan bien portada que te importó gastarle bromas a tu hoy esposo —dijo.—Eso no cuenta, fui buena hija —refutó.—Lo fuiste, no puedo negarlo, lo fuiste hasta el día que te confabulaste con tu padre para ayudarle a conquistar a tu madre.—Eso no cuenta como una mala obra, tío, así que no puedes llamarlo karma.—Bueno, por lo que sea —dijo arrodillándose delante de Andrew.Emma suspiró y salió de la habitación para preparar a Natalia para su primer día de escuela, mientras Gerald
Madrina de anillosBetsabé miró su reflejo en el espejo de la habitación del hotel donde se llevaría a cabo su boda con Nicholas.Habían pasado varios meses desde que él se le declarara y pidiera ser su esposa. El tiempo justo para volver a conocerse y tener la seguridad de que su amor era verdadero, sin fantasmas del pasado.—Te ves hermosa, Betsy, te veo y me dan ganas de volver a casarme —dijo Emma acercándose a la mujer.—Que no te escuche el señor Black, porque es tan capaz de sentir celos de él mismo o mejor aún, es muy capaz de volver a casarse contigo —se burló Betsy.Ryan era un celoso y enamorado empedernido, ella esperaba que su matrimonio con Nicholas fuera como el de Emma, que mejoraba con los años.—No estaría nada mal —dijo Emma mientras colocaba la tiara que ella había utilizado el día de su boda.—Estoy nerviosa —confesó Betsabé luego de varios minutos.—Y tienes muchas razones para estarlo, querida. A partir de hoy tu vida ya no será la misma, ahora no serás la novia
¿Quieres casarte conmigo?Para Betsabé, sentir la cálida mano de Nicholas sobre su mano mientras caminaban al estacionamiento del centro comercial era un sueño. Por un momento creyó que se trataba exactamente de eso.Pero las pequeñas carcajadas de felicidad de Henry mientras caminaban tomados de la mano como una verdadera familia le hicieron caer en cuenta de la realidad.¡Nicholas había regresado!—Cielos, necesito que alguien me pellizque, sigo pensando que todo esto es un sueño —murmuró.—¿No sería mejor un beso?Betsabé detuvo sus pasos de manera abrupta al escuchar las palabras de Nicholas. En el pasado se habían dado uno que otro beso, todo antes de su separación. Aunque había pasado mucho tiempo, ella aún podía recordar los besos del hombre.Sin embargo, el recuerdo no le hacía justicia.Betsabé se olvidó que estaban en el estacionamiento del centro comercial, se olvidó por un momento que su hijo estaba siendo testigo de aquel beso apasionado que Nicholas le estaba dando.Bets
Último capítulo