CAPÍTULO 13: TRAICIÓN EN EL CLUB PRIVADOEl estruendo del cristal rompiéndose aún resonaba en las paredes aterciopeladas de El Elíseo. El silencio que siguió no fue de paz, sino de puro terror. Leonard Sinclair, erguido sobre su armadura de titanio y fibra de carbono, parecía un dios de la guerra antiguo renacido en una era de cables y pistones. Sterling, el hombre que había manejado los hilos de la junta directiva durante décadas, gemía en el suelo, rodeado de fragmentos de champán caro y sangre.—¡Seguridad! ¡Mátenlo! ¡Es un lisiado con un juguete caro! —gritó Sterling, arrastrándose hacia atrás.Cuatro guardias del club, hombres entrenados en combate urbano, se abalanzaron sobre Leonard. Katie ahogó un grito, pero Leonard ni siquiera parpadeó. Su movilidad era limitada, sí; sus giros no eran fluidos, pero su fuerza estaba multiplicada por la potencia asistida del exoesqueleto.Cuando el primer guardia intentó golpearlo con una porra extensible, Leonard bloqueó el ataque con el ante
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