Acomodada de nuevo en el piso de Sandra, mi amiga tan feliz, tan radiante, tan entera, tan ella.Si no fuera porque al contarle mi situación actual, sus ojos más grandes que de costumbre al encontrarse con los míos, dan paso a la inquietud. Se la he trasladado y, al ver su expresión, el llanto reaparece en mi garganta.―Pobre Elisa ―oigo que me susurra mientras sus manos me rodean mi espalda rígida.―No te compadezcas de mí, Sandra ―le digo entre sollozos fuertes.―No es eso, perdóname.Pero sé que le ha salido del alma.―No me digas pobre, como si no tuviera solución, Sandra. Necesitaba tanto a Luis, lo necesitaba tanto… Quería empezar el Año Nuevo con nuevas energías, nuevos proyectos, nuevos propósitos, nuevas ilusiones. Pero a Luis ya no le conozco, me doy cuenta de que no sé nada de él…―Luis te quiere, Elisa. Solo hacía falta verlo, y eso no se puede disimular. Por lo que me cuentas, solo se defendió…―Sí, se defendió. Pero, joder, mató a su padre, y ahora, ¿qué va a pasar? Qué
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