Después de varios días de investigaciones exhaustivas y juicios tensos, el momento crucial llegó. El tic-tac del reloj indicaba que la sentencia estaba cerca.La sala permanecía envuelta en un silencio sofocante. Aunque Ernesto, en compañía del abogado Gustavo Brown, había hecho todo lo posible, los hilos invisibles de Angus resultaron ser más fuertes.—¿El jurado ha llegado a un veredicto? —preguntó el juez Miller, su mirada firme posándose sobre Ethan.—Sí, su señoría —respondió Jhos Williams, uno de los integrantes—. Por los cargos de violación, e intento de asesinato, este jurado encuentra al acusado, culpable.—El acusado, póngase de pie —ordenó el juez con voz severa—. Señor Pirs, este tribunal lo condena a doce años de prisión. Oficiales, procedan.El aire pareció abandonar el cuerpo de Ethan. Un solo pensamiento se aferraba a su mente: «¿Por qué? ¿Por qué me hace esto? ¡Soy el padre de su hijo!».La sala, hasta ese momento que era un recinto de suspiros profundos, estalló en c
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