Capitulo 2

Martín respiró hondo, irritado, y finalmente retrocedió.

—Vámonos —gruñó, sin dejar de mirarme como si fuera una plaga—. Cuando regreses a casa, vas a pensar bien en lo que hiciste. Porque la próxima vez… no voy a ser tan considerado.

Nicolás fue el primero en seguirlo.

Me dedicó una última mirada cargada de odio infantil.

La pequeña Catalina también lo siguió, aferrándose al vestido rojo de la otra mujer, ignorándome por completo.

Rebeca, la mujer vestida de rojo, fue la última en salir dandomde una sonrisa tipo triunfante.

La puerta se cerró y me quedé sola.

Miré hacia la puerta por donde se había ido Rebeca.

Esos dos…

No eran inocentes.

Hay algo más entre ellos.

Ese maldito sinvergüenza…

¿Tenía cara para engañar a mi hermana así?

Mi pecho se apretó de dolor.

La Melanie que yo conocía amaba la idea del matrimonio, soñaba con formar una familia, tener hijos, vivir tranquila. Yo misma le dejé el camino libre… para que fuera feliz.

Pero esto…

Esto no era felicidad.

Esto era destrucción.

Mi mente ardía.

¿Qué demonios había pasado aquí?

¿En qué vida había estado atrapada Melanie?

La enfermera entró de golpe, sin sonrisa, sin suavidad.

—Vaya… ya despertó —dijo con tono seco—

—¿Qué… qué me pasó realmente? —logré preguntar.

La enfermera rodó los ojos.

—Cayó desde el tercer piso a la piscina. Inhaló demasiada agua. Casi se ahoga. Ingresó gran cantidad de agua a sus pulmones, sufrió contusiones múltiples y un impacto muy fuerte en la cabeza. Siempre dicen que las gatas caen de pie —añadió con desprecio evidente.

Me quedé helada.

¿Tercer piso?

Melanie… no sabía nadar. Le tenía pánico al agua desde que era niña.

Yo lo recordaba perfectamente. Se quedó traumada cuando cayó a una acequia de pequeñas.

La enfermera tomó mi brazo con brusquedad, girándolo sin cuidado para revisar la zona y cambiar la aguja.

— Que …. Que me hicieron?

— Tenía los pulmones llenos de agua, casi se nos muere. Tuvieron que hacerle maniobras de reanimación, drenaje, oxígeno… un verdadero milagro que esté respirando —bufó—. Todo por intentar empujar a la esposa del señor Robles.

¿Rebeca… esposa?

Melanie es la esposa!!

Sentí la aguja clavarse mal, un ardor recorrió todo mi antebrazo, como si me estuviera rasgando la piel.

Clavó el esparadrapo con fuerza, miró mi rostro como si le diera asco y chasqueó la lengua.

— No haga tanto drama —añadió—. Debería estar agradecida de que la Señora Rebeca le insistiera a su esposo que la atendiera …..Ja!! la esposa salvando a la amante , deberia estar agradecida.

Se dio media vuelta, abrió la puerta de golpe y salió, cerrándola con un portazo que hizo vibrar la habitación.

Ni siquiera revisó si el suero estaba bien puesto.

Me dolía el brazo entero, como si me lo hubiera tatuado mal.

Me quedé temblando.

Melanie empujando a alguien…

No… no era posible.

Ella era dulce, pacifista, sensible.

Nunca levantaría la mano contra nadie.

A menos…

A menos que hubiera tenido motivos.

A menos que hubiera descubierto algo.

Y esos dos… Martín y Rebeca…

Se veía a metros que había algo más ahí. No me sorprendería que Melanie hubiera tenido celos.

Esos dos tienen la culpa de todo.

Intenté ponerme de pie.

Un dolor insoportable me recorrió el cuerpo, pero me obligué a avanzar.

Necesitaba… algo.

Busqué con la mirada y vi un bolso en la mesa de la esquina. El bolso de Melanie.

Di dos pasos. El dolor me hizo detenerme.

Y entonces me vi en el espejo.

Y lo que vi…

Me destrozó.

La mujer frente a mí… no era mi hermana.

No era la Melanie que recordaba.

Moretones en los brazos.

Rodillas raspadas.

Hematomas en la cadera.

Collar huesudo, clavículas marcadas.

La piel pálida, seca.

Los labios partidos.

La mirada apagada.

Ojeras profundas.

Me toqué la piel, temblando.

Parecía muerta en vida.

Melanie…

Mi dulce Melanie….

La misma Melanie que soñaba con una familia perfecta.

La misma que vivía sonriendo.La niña alegre, sociable, llena de vida.

La misma que siempre se arreglaba aunque fuera para hacer compras.

Ahora… solo había una sombra.

Una sombra rota.

Una mujer que parecía haber sido destruida lentamente.

Mis ojos ardieron.—¿Qué te hicieron hermanita…? —susurré.

Mi pecho ardió, y por un instante, pensé que si hubiera sabido esto antes… nunca la habría dejado sola , nunca nos habriamos distanciado.

Vi un bolso sobre la mesa.

Lo tomé como pude.

Dentro estaba un celular.

Probé una clave.

No funcionó.

Otra.

Tampoco.

Pensé en algo ridículo. Nuestros cumpleaños.

Lo intenté y el celular se desbloqueó.

—No puedo creer que sigas usando esto, Mel… —susurré, con una leve sonrisa dolida

Abrí las noticias y escribí:

Accidente automovilístico en Ciudad de Viernazuz

“Corredora clandestina fallece en accidente durante carrera nocturna.”

Mi respiración se frenó.

Leí más.

“Catalina Mesa… conocida en el circuito local…”

“Falleció instantáneamente…”

“El velorio se realiza hoy…”

—Mesa… murmuré mentalmente

Me lo había puesto hace años, cuando decidí cortar toda conexión con mi familia.

No quería que nadie me buscara , depues de lo que paso

Me había inventado un apellido para esconderme, para borrar mi origen, para que cuando corriera… o cuando muriera… nadie pudiera relacionarlo

conmigo.

“Catalina Mesa” era mi máscara.

La corredora temeraria.

La mujer sin raíces.

La que desapareció sola y silenciosamente.

Y ahora ahí estaba…en la pantalla.

El reportero mostraba un salón.

Mis amigos.

Johanna y Rita llorando.

Claudio abrazando la urna…

Mi urna.

Y entonces… una breve entrevista.

—Catalina no tenía familia , solo nos tenia a nosotros —decía Joaquín, mi mejor amigo, con la voz rota—. Así que yo conservaré la urna. Era mi todo. Nadie más la reclamaría.

Algo dentro de mí se rompió.

Mi mano tembló.

El celular se me resbaló.

—Mi cuerpo… —susurré—. Mi cuerpo está muerto…

Y si yo estaba aquí…

Si yo estaba en el cuerpo de Melanie…

Entonces ella…

Se me heló la sangre.

—Melanie… —murmuré

Y por primera vez, lo sentí con claridad.

Ese vacío.

Esa ausencia.

Mi hermana estaba muerta.

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