Mundo ficciónIniciar sesiónDamián no venía solo.
Veinte lobos emergieron del bosque detrás de él, todos en formación militar perfecta. Reconocí a varios: la élite de su manada. Los guerreros que solo desplegaba para asuntos oficiales del Consejo.
Se transformó con esa elegancia fluida que siempre me había fascinado, su cuerpo desnudo bañado en luz de luna. Una vez, esa vista hubiera hecho que mi corazón se detuviera. Ahora solo sentía un vacío frío.
Sus ojos dorados me encontraron primero, luego se deslizaron hacia Zane. Su expresión se endureció instantáneamente.
—Blackthorne —escupió el nombre como veneno—. Debí imaginar que vendrías arrastrándote como buitre.
—Blackwood —respondió Zane con una sonrisa perezosa—. Sigues siendo tan encantador como siempre. ¿Cómo está tu... ah, perdón. Tu compañera rechazada.
Damián dio un paso amenazante hacia adelante.
—Luna sigue siendo MI compañera destinada. El vínculo no se rompe con simples palabras.
—Se rompe cuando el Alfa es un traidor de m****a —espeté, encontrando mi voz—. ¿Qué haces aquí, Damián?
Sus ojos volvieron a mí, y algo en ellos se suavizó. Algo que se parecía peligrosamente al arrepentimiento.
—Vengo oficialmente del Consejo. Te escoltan para juicio por uso no autorizado de poderes de Alfa Lunar y agresión contra miembros de manadas establecidas.
—Qué conveniente —dijo Zane—. El Consejo envía al ex prometido traicionero a capturar a la mujer que rechazó. Sin conflicto de interés ahí.
—Cállate, Blackthorne. Esto no te concierne.
—Todo lo que concierna a Luna me concierne. —Zane se acercó a mí, colocándose a mi lado—. Especialmente ahora que le he ofrecido matrimonio.
El silencio que siguió fue absoluto.
Damián se quedó congelado, sus ojos oscureciéndose hasta que casi parecieron negros.
—¿Ya encontraste reemplazo tan rápido? —su voz fue peligrosamente baja—. ¿Cuánto tiempo, Luna? ¿Tres días y ya estás en los brazos de mi enemigo?
La hipocresía me golpeó como una bofetada.
—¿En serio? —me reí, el sonido amargo—. ¿TÚ me estás juzgando por seguir adelante? Tú que te cogiste a mi hermanastra durante meses mientras planeabas nuestra boda. Tú que la embarazaste. Tú que planeabas fingir mi muerte después de la ceremonia.
—Eso fue... fue un error —Damián se pasó una mano por el cabello—. Elena me manipuló. El bebé ni siquiera es...
Se detuvo abruptamente, como si se diera cuenta de que había dicho demasiado.
—¿El bebé no es qué? —presioné, dando un paso adelante—. Termina esa frase, Damián.
Pero Kieran gruñó entonces, llamando mi atención. Se había transformado de vuelta a forma humana y se colocó protectoramente frente a mí, formando un triángulo con Zane a mi derecha y él a mi izquierda.
—Ella no es propiedad de ninguno de ustedes —dijo Kieran, su voz áspera—. No es un premio a reclamar. No es una pieza política. Es una persona.
—Quédate fuera de esto, renegado —gruñó Damián—. Esto es entre Alfas.
—Ella merece más que tus juegos de poder —insistió Kieran.
—¿Y tú puedes darle más? —se burló Zane—. ¿Una vida de huida? ¿Esconderse en agujeros sucios hasta que eventualmente la capturen?
—Al menos sería LIBRE —respondió Kieran.
—La libertad no sirve de nada si estás muerta —contraatacó Zane.
—Suficiente. —La voz de Damián cortó el aire—. Luna, escúchame. Sé que la cagué. Sé que te lastimé de la peor manera posible. Pero el vínculo de compañeros destinados es sagrado. La luna nos eligió por una razón.
—La luna también me convirtió en una Alfa Lunar —respondí—. Tal vez cometió un error contigo también.
Sus ojos se entrecerraron.
—Ven conmigo voluntariamente. Hablaré con el Consejo. Puedo protegerte del juicio. Puedo...
—¿Usarme como tu arma? —terminé—. No, gracias.
—¡No es así! —explotó, y su poder de Alfa pulsó hacia afuera, haciendo que varios de sus lobos retrocedieran—. Maldita sea, Luna. Te lo diré todo. Sobre Elena. Sobre el bebé. Sobre por qué tus padres te escondieron.
El mundo se detuvo.
—¿Qué dijiste?
Damián respiró profundo, como si estuviera a punto de saltar de un acantilado.
—Tu padre no era quien crees. Magnus Silvercrest no era tu bisabuelo. Fuiste adoptada en secreto cuando eras bebé.
Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies.
—Estás mintiendo.
—Desearía estarlo. —Sacó un papel doblado de... de dónde sea que los lobos desnudos guardan papeles—. Certificado de adopción. Fechado veinticuatro años atrás. Tu madre biológica era una Alfa Lunar que sobrevivió la purga escondiéndose. Te dio a la familia Silvercrest para protegerte. Usaron magia para bloquear tus poderes hasta que fueras lo suficientemente mayor para controlarlos.
Mira jadeó detrás de mí.
—Escuché rumores —susurró—. Hace años. Pero pensé que eran solo... chismes crueles.
—Todo... todo fue mentira —susurré, mi voz quebrándose—. Mi familia. Mi identidad. Todo.
Las lágrimas quemaron mis ojos, pero no las dejé caer.
—¿Por qué me lo dices ahora? —exigí—. ¿Qué ganas con esto?
—Porque necesitas saber la verdad antes de que...
—Hola, hermanita.
La voz llegó desde el bosque, dulce como miel envenenada.
Elena emergió de entre las sombras, y mi mente tardó un momento en procesar lo que veía.
Su vientre estaba plano. Completamente plano.
—Sorpresa —dijo con una sonrisa que mostraba demasiados dientes—. ¿Extrañaste la barriga de bebé? Yo también. Era un buen truco.
—¿Truco? —repetí, mi voz apenas funcionando.
—Magia de ilusión. Bastante simple, en realidad. —Agitó su mano y un brillo verde parpadeó sobre su piel—. Soy una bruja-lobo, ¿sabes? Híbrida. Extremadamente rara. Extremadamente útil.
—Nunca estuviste embarazada —dijo Damián, y el shock en su voz sonó genuino—. Me mentiste.
—Oh, amor, todos mintieron. —Elena se rio—. Pero yo lo hice mejor. Y ahora... —sacó un amuleto de su bolsillo, pulsando con luz verde enfermiza—. Tengo algo que Luna quiere.
Mi sangre se heló cuando reconocí los hilos de vida dentro del amuleto.
—Mamá. Papá.
—Tus padres adoptivos —corrigió Elena—. Tan dulces. Tan confiados. Tan fáciles de capturar. —Pasó un dedo sobre el amuleto—. Un pequeño hechizo. Un pequeño giro. Y sus corazones dejan de latir.
—No te atrevas —gruñí, el poder comenzando a arder bajo mi piel.
—Oh, me atrevo. A menos que... —sonrió—. Vengas conmigo voluntariamente. Te entregas al Consejo. Dejas que te juzguen y probablemente te ejecuten. Entonces, y solo entonces, liberaré a mamá y papá.
—Esto es una trampa obvia —dijo Kieran—. Luna, no puedes confiar en ella.
—Confía en mí —dijo Damián, extendiendo su mano—. Vendré contigo al Consejo. Hablaré por ti. Esta vez será diferente.
—O ven conmigo —dijo Zane—. Tengo un ejército. Podemos rescatar a tus padres por la fuerza. No necesitas negociar con esta bruja.
—Corran —dijo Kieran, tomando mi brazo—. Todos mienten. Todos quieren usarte. Solo confía en ti misma.
Miré a los tres hombres. Tres opciones. Tres caminos.
Damián: El traidor arrepentido que ahora ofrecía protección.
Zane: El Alfa poderoso que ofrecía un ejército y venganza.
Kieran: El renegado que ofrecía libertad pero ninguna garantía.
—Tienes diez segundos, hermanita —cantó Elena, sosteniendo el amuleto en alto—. Diez.
Mi corazón latía como tambor de guerra.
—Nueve.
¿A quién podía confiar? ¿Quién me usaría menos?
—Ocho.
Damián dio un paso adelante. "Por favor. Déjame arreglar esto."
—Siete.
Zane extendió su mano. "Juntos podemos conquistar el mundo."
—Seis.
Kieran apretó mi brazo. "No los necesitas. Eres más fuerte de lo que crees."
—Cinco.
Cerré los ojos y sentí la luna sobre mí. Su poder. Su presencia.
—Cuatro.
Y entonces lo supe. Supe exactamente qué hacer.
—Tres.
Algo que ninguno de ellos esperaba.
—Dos.
Alcé ambas manos hacia el cielo, abriendo mi mente completamente al poder lunar.
—Uno.
—No elijo a ninguno de ustedes —dije, mi voz resonando con poder—. Elijo mi propio maldito camino.
La luz plateada explotó del cielo como un rayo divino.
No fue como antes. Esto fue más. MUCHO más.
Cada hilo que conectaba cada lobo presente con la luna se volvió visible. Brillante. Pulsante. Y los tomé todos.
Los veinte lobos de Damián cayeron de rodillas. Los lobos de Zane que había escondido en el bosque (porque por supuesto que tenía refuerzos) colapsaron. Incluso Kieran jadeó, luchando contra mi control.
—Si cualquiera de ustedes —dije, mi voz retumbando como trueno— se mueve hacia mí, les arranco sus lobos y los convierto en humanos ordinarios. Para siempre.
—Luna, no puedes... —empezó Damián.
Tiré de su hilo. Él gritó, cayendo.
—Puedo. Y lo haré. —Miré a Elena—. Ahora, bruja. Aquí está mi contraoferta. Liberas a mis padres ahora mismo, o descubres qué pasa cuando una Alfa Lunar enojada decide que tu pequeño amuleto es un juguete para romper.
Extendí mi poder hacia el amuleto, sintiendo la magia que lo mantenía unido.
Elena palideció.
—No puedes... la magia de brujas es diferente de...
Aplasté la magia con poder lunar puro.
El amuleto explotó en luz verde, liberando los hilos de vida. Los agarré antes de que pudieran dispersarse y los envié de vuelta hacia mis padres, dondequiera que estuvieran.
Elena cayó de rodillas, vomitando.
—Imposible —jadeó—. Nadie puede romper un hechizo de sangre con...
—Claramente, no conoces a las Alfas Lunares —dije, y sentí una sonrisa salvaje extenderse por mi rostro—. Ahora. Todos ustedes. Escúchenme bien.
La luna brilló más intensamente sobre mí, respondiendo a mi llamado.
—No soy su premio. No soy su arma. No soy su herramienta política. —Mi poder pulsó hacia afuera—. Soy la última Alfa Lunar. Y voy a rehacer este mundo de m****a a mi imagen.
El silencio fue absoluto.
—Luna —susurró Kieran, admiración en su voz.
—Imposible —murmuró Damián.
—Magnífica —dijo Zane, sonriendo.
Y entonces, desde el bosque más profundo, llegó otro sonido.
Lento. Constante.
Aplausos.
Una figura emergió de las sombras. Anciana pero erguida. Con ojos que brillaban plateados como los míos.
—Bien hecho, nieta —dijo—. Ahora la verdadera lección comienza.
Mi mundo se inclinó de nuevo.
Porque la reconocí de mis sueños.
La Alfa Lunar que me había advertido sobre la traición de sangre.
Mi abuela.
Que se suponía estaba muerta.







