Cerré los ojos y, por primera vez en horas —quizá en días—, sentí paz. El peso del día, del arroyo, de todo lo que habíamos dicho y lo que todavía quedaba atrapado entre nosotros, se volvió un poco más liviano dentro de ese abrazo. No era una solución mágica ni borraba el pasado, pero para esa noche… era suficiente.Dean no se movió, no pidió nada más. Solo estuvo ahí, sosteniéndome como había prometido, su respiración tranquila convirtiéndose, sin darme cuenta, en mi sonido favorito.—Dean… —murmuré, notando cómo su pecho bajo mi mejilla se había relajado más de lo habitual. Su respiración era profunda, constante, como si el sueño por fin empezara a arrastrarlo.—¿Sí…? —respondió él, con esa voz baja y somnolienta que aun así seguía atenta, como si temiera quedarse dormido antes de escuchar lo que tenía que decir.Tragué aire, sintiendo cómo mis palabras se formaban con cuidado en la punta de mi lengua, frágiles pero necesarias.—Dijiste que ojalá pudieras volver atrás y… conquistarm
Ler mais