Madrid nunca había sido una ciudad tranquila, era completamente lo opuesto, pero lo que estaba ocurriendo en sus calles en los últimos días parecía transformar la ciudad en un laberinto de sombras y murmullos entre sus habitantes. A medida que los cuerpos aparecían sin cesar, las autoridades se veían impotentes, y la presión de la prensa local solo aumentaba. Nadie sabía quién estaba detrás de los asesinatos, ni qué los motivaba, pero las víctimas eran encontradas con una calma aterradora, casi como si se hubieran quedado dormidas. No había señales evidentes de lucha, ni de una agresión violenta. Era como si la muerte hubiera llegado en silencio, sin prisa, y dejado tras de sí solo el eco de un miedo creciente.El último descubrimiento fue el más espeluznante de todos. A las tres de la mañana, un transeúnte que caminaba hacia su casa vio algo extraño en una calle poco transitada del barrio de Tetuán. Un cuerpo, tendido sobre la acera, sin signos evidentes de violencia. Al acercarse,
Leer más