El silencio después de la última frase de Alexander se estiró como un hilo fino dispuesto a cortarse en cualquier momento.Valentina permanecía inmóvil, el corazón golpeándole el pecho con fuerza, como si quisiera escapar antes que ella. Quería hablar, poner distancia, ordenar algo de lo que pasaba entre ellos, pero ninguna palabra le brotaba. Nada. Solo la presión de su respiración y la presencia de él.Los ojos de Alexander la sostenían con una intensidad diferente a la que ella conocía. No era la mirada dominante, segura, que solía desarmarla; esta estaba cargada de cansancio, de heridas abiertas, de noches interminables comprimidas en pupilas rojas y vidriosas. Como si todo lo que había callado durante meses se hubiera derramado de golpe en su mirada.—Valentina… —repitió, muy despacio, con la voz quebrada y ronca.Ella sintió un impulso urgente: moverse, escapar, recuperar algún control. Dio un paso hacia la izquierda para rodearlo, buscando el aire, buscando distancia.Alexander
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