Valeria despertó sintiéndose envuelta en una nube de calor y plenitud. El cuerpo de Elías, a pesar de su lesión, había sido implacable y tierno en igual medida durante la noche, y ahora, en sueños, su brazo la mantenía firmemente anclada a su costado. Ella intentó deslizarse fuera de la cama, pero él, aún dormido, murmuró algo ininteligible y la atrajo más cerca, enterrando su rostro en su cabello. Un latido de dulzura le recorrió el pecho.Finalmente, él se despertó. Por un instante, sus ojos grises, libres de las defensas de la vigilia, se posaron en ella con una calidez que le cortó la respiración. Pero tan rápido como llegó, se esfumó. Una incomodidad veloz cruzó su rostro y se levantó bruscamente.—Mi espalda —murmuró, como única explicación, y se dirigió al baño cerrando la puerta tras de sí.La repentina frialdad fue un balde de agua helada. Valeria salió de la habitación sintiéndose repentinamente expuesta y tonta. "¿En qué estabas pensando? ¿Cómo pudiste acostarte con él? Es
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