Entre la sangre y el deseo (4ta. Parte)
Al día siguienteNew YorkClaireAdmito que bastó ver a Alexander para desmoronarme, para sentir cómo me quemaba esa maldita sospecha de que podíamos ser hermanos. Sentía un nudo en la garganta, el corazón estrujado, y las pocas fuerzas escapando por la ventana. Temía que cometiera una imprudencia, que enfrentara a Victoria… a mi propio padre, porque estaba desesperado, angustiado y al borde de un colapso. Pero no era para menos: había soltado una verdad que nos destruía a cada segundo.Ahí estaba Alexander, buscando una salida, barajando hipótesis cuando lo que necesitábamos eran pruebas reales, algo que nos devolviera la paz. Sin embargo, lo que escuché fue aún más desgarrador: su amor sincero, sus sueños de una familia conmigo, de verme como su esposa, la madre de sus hijos. Y dolía… dolía tanto, porque, aunque no lo dijera en voz alta, yo también lo soñaba, lo anhelaba con él. Pero el pasado de otros nos había condenado a sufrir por un amor prohibido, dejándonos una herida abierta
Leer más