El precio de la sangre (3era. Parte)
El mismo día
New York
Gabriel
Hay cosas, como la venganza, que necesitan tiempo para dar sus frutos. Y yo lo supe desde el momento en que Edward Harrington me convirtió en una sombra del hombre que fui. Desde entonces, cada día orquestaba mi plan con meticulosidad: especulaba con escenarios, me preparaba para cualquier movimiento. Y entonces, como si fuera una señal del destino, el accidente me abrió una puerta.
Aunque tenía la voz de mi conciencia martillándome la cabeza… o más bien, la escéptica voz de Caroline, poniendo a prueba mi brillante obra maestra.
Caminaba inquieto por su pequeña sala, con un cigarro en la mano, cuando su voz chillona volvió a taladrarme los oídos.
—Gabriel, el viejo Harrington ha muerto —anunció con desprecio—. Claro que su familia sigue sosteniendo que son especulaciones de la prensa… Supongo que hasta aquí llegó tu idea de chantajearlo por sus infidelidades.
—Al contrario, Caroline. Ahora tengo un escenario inmejorable. Voy a presentarme delante de su vi