La mañana siguiente no trajo cadenas, ni órdenes, solo el sonido de la respiración del Ala de Obsidiana a su alrededor. Se despertó tomándose su tiempo, sintiendo la suavidad de la cama, el suave pelaje debajo de ella. Se sentía bien dormir entre sábanas tan cálidas. Se preguntó cómo lo estaría llevando su gente, si estarían bien, si Ragnar cumplía su palabra.El viento susurraba secretos a través de las grietas de la piedra, y el frío se filtraba como un recuerdo. Atenea se refrescó y se vistió despacio, deliberadamente.La criada le había traído ropa nueva, nada extravagante, pero aun así tan hermosa. Era un maxi largo, según el código de vestimenta real, que le llegaba a los tobillos. Era fluido y se ajustaba perfectamente a sus curvas. Llevaba el pelo suelto mientras se miraba en el espejo. Se veía tan femenina.El temblor en sus manos había desaparecido. La marca se había asentado, pero no la domesticó. En todo caso, la agudizó. Algo dentro de ella se agitó, más que solo su loba.
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