El auto de lujo avanzaba por la ciudad iluminada, dejando atrás los barrios que Elena conocía, las calles donde había crecido, los lugares donde alguna vez había reído y soñado. Ahora, cada kilómetro que recorría la alejaba más de su antigua vida y la acercaba a un futuro que no había elegido.Sentada en el asiento trasero, miraba por la ventana con el rostro pálido, sintiendo un vacío inmenso en el pecho. La ciudad parecía burlarse de ella: parejas tomadas de la mano en las aceras, jóvenes riendo en los cafés, familias paseando juntas. Todo lo que ella quería estaba allí afuera, al alcance de cualquiera, menos de ella.Alejandro, sentado a su lado, no parecía notar su angustia. O, peor aún, la notaba y disfrutaba de verla debatirse en silencio. Revisaba algunos documentos en su tableta, impecable en su traje oscuro, con ese aire de hombre que siempre tiene el control.De vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia ella, como si quisiera recordarle que ya era suya, que no tenía escapat
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