La luz grisácea de la madrugada comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Stella abrió los ojos lentamente. Tardó un segundo en recordar dónde estaba. Tardó otro en sentir el calor firme que la rodeaba. Pero cuando finalmente lo hizo, la paz se le derramó por todo el cuerpo. Cyrus estaba ahí. Dormido. Tranquilo. Con un brazo firme rodeándole la cintura y el rostro apoyado en el hueco de su cuello, respirando suave, profundo, como si estar así fuera su estado natural. No se movió. No quiso romper ese momento. Solo lo observó dormir, sintiendo una calma tan intensa que casi la mareaba. Su pecho subía y bajaba al ritmo de una respiración lenta, pesada, satisfecha. El cabello se le caía un poco sobre la frente y Stella tuvo la tentación de apartárselo, pero temió despertarlo. Se quedó quieta, guardando la imagen para siempre en su memoria. Ella jamás había amanecido así con nadie: completamente desnudos, tan abrazados, tan íntimamente conectados y tan satisfecha, sexualmente habl
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