El trueno estalló con una violencia que hizo vibrar los ventanales. Anne se removió en mis brazos, asustada, y un segundo después un rayo iluminó todo el frente de la casa. Por un instante vi con claridad la silueta de Dan frente a mí, y luego la oscuridad volvió a engullirlo. El resplandor había caído cerca, muy cerca… demasiado. El olor metálico del ozono entró por la ventana como un recordatorio brutal.Me tensé. —Cayó en la esquina —dije, más para mí que para él.—Sí —confirmó Dan con la voz grave, serena. Esa calma suya me tranquilizó y me irritó al mismo tiempo. ¿Cómo podía estar tan imperturbable mientras yo sentía que el corazón me latía en la garganta?Anne empezó a llorar, su llanto mezclándose con el estrépito de la tormenta. La apreté contra mí, desesperada por transmitirle seguridad que yo misma no tenía. Dan se acercó, y en esa oscuridad su presencia era tan tangible que sentí el calor de su cuerpo antes de que me hablara.—Dame a la pequeña.No dudé. Se la entregué, y

El murmullo constante de las impresoras y el tecleo de fondo me envolvían mientras pasaba la vista una vez más sobre los contratos de Clackson. Sentía que las letras empezaban a moverse en círculos, amenazando con transformarse en un borrón ilegible. Había pasado tanto tiempo subrayando cláusulas, verificando fechas, buscando inconsistencias, que me dolía la cabeza solo de pensar que aún faltaban los contratos del 2023.Me incliné hacia atrás en la silla, estirando el cuello para aliviar la tensión. Fue entonces que escuché un golpe suave en la puerta.—¿Sí? —pregunté, con la voz más firme de lo que me sentía.La puerta se abrió y una figura familiar apareció en el marco. Sasha, la esposa del mejor amigo de mi hermano y ex clienta, con un vestido holgado que dejaba en evidencia su embarazo avanzado, sonreía mientras entraba.—Hola —dijo en voz baja, casi con timidez—. No quiero interrumpirte, justo pasaba por aquí y pensé en saludarte.Me levanté enseguida, aliviada de tener un respir

El teléfono vibró en la mesa de la cocina y mi corazón dio un vuelco. Miré la pantalla: “Desconocido”. Por un instante pensé en ignorarlo, pero algo en mí me impulsó a contestar.—¿Hola? —mi voz sonó más firme de lo que me sentía.Silencio. Solo respiración. Una respiración pesada, que no parecía humana del todo. Intenté preguntar quién estaba al otro lado, pero antes de que pudiera decir algo, colgaron. Mi estómago se encogió. Mi mente empezó a repasar cada esquina de la casa, cada ventana, cada sonido que había pasado desapercibido hasta ahora.Me senté, con Anne en brazos, abrazándola contra mi pecho como si su calor pudiera protegerme de algo invisible. ¿Era solo una broma pesada o había alguien realmente acechándonos? Traté de convencerme de que era lo primero, pero el miedo se anidó profundo y persistente. Cerré los ojos unos segundos y respiré hondo, intentando calmarme.Al día siguiente, Dan apareció temprano, tal como había prometido para ayudar con Anne. Su sonrisa era la ha

Dan no despegaba la mirada de la ventana. —Voy a revisar —dijo con tono decidido.—No —repliqué enseguida, más alto de lo que pretendía—. No vas a salir. ¿Y si hay alguien ahí afuera?—Precisamente por eso —contestó, clavando sus ojos en los míos con esa mezcla de calma y autoridad que me desarmaba—. No voy a quedarme con la duda, Nikita.Negué, aferrando a Anne contra mi pecho. La bebé se removió, inquieta, mientras la lluvia repiqueteaba con fuerza contra los vidrios. —Dan, no me parece buena idea. Esperemos. Si fuera algo grave, los policías lo habrían notado.—No confío en “si fuera”. —Ya estaba caminando hacia la puerta trasera, el paso firme.—Dan, por favor. —La súplica me salió más temblorosa de lo que quise.Se detuvo, giró la cabeza hacia mí, suspiró y dijo en voz baja: —Quédate tranquila. Si pasa algo, corre con la bebé al dormitorio y cierra con llave.—No vas a salir… —intenté, pero su mirada fue suficiente. Cedí.Me quedé en la puerta, con Anne en brazos. La niña se q

Pov NikitaMe desperté en esa neblina intermitente que no es sueño ni vigilia: abrí los ojos y por un instante no supe dónde estaba, con la sensación de haber olvidado algo importante. La luz que se colaba por las cortinas era gris y blanda; el reloj marcaba una hora que aún no esperaba. Me incorporé con cuidado y después vino el recuerdo en una ráfaga: la lluvia, el golpe en la ventana, Dan quedándose en el estudio, Anne dormida en su cuna. Un peso en el pecho: alivio, y también una puntada de náusea por lo inesperado de todo.Me vestí con lo primero que encontré: un conjunto cómodo, la camisa larga que suelo ponerme para la noche y un pantalón de chandal. Bajé las escaleras descalza, notando que la casa olía a café y a algo frito —Dan sabía cocinar, o al menos sabía lo suficiente para no dejarme morir de hambre, otro punto a su favor—. Lo vi en la cocina: campera ligera y vaqueros, pelo todavía desenredándose, manos expertas dándole vuelta a un waffle. Había algo tranquilizador en v