El sonido del agua aún resonaba en mi cabeza mientras me recostaba en la cama, intentando convencerme de que aquella noche terminaría tranquila. Pero no podía. Cada vez que cerraba los ojos, revivía el golpe en la ventana, el susto, la mirada de Dan asegurándome que todo estaba bien… aunque sus palabras no lograban calmarme del todo.

Anne dormía en su cuna, ajena a mis pensamientos. Bajé a la cocina buscando distraerme, el piso frío bajo mis pies me devolvía a la realidad. Saqué un vaso del armario y abrí la heladera. La luz blanca me iluminó el rostro. Tomé la botella de leche y la serví, pero un ruido a mis espaldas me sobresaltó.

—¿No puedes dormir? —La voz grave de Dan me hizo dar un brinco que por poco me hace tirar la jarra.

Me giré despacio. Estaba allí, apenas cubierto por un pantalón corto de tela oscura, como un boxer, el torso desnudo y húmedo. Su cabello todavía goteaba de la ducha, y los músculos de su abdomen se movían al ritmo de su respiración. Tragando saliva, intenté