Cuando llegué a casa, el corazón todavía me golpeaba en las costillas como si quisiera salir corriendo antes que yo. Cerré la puerta con más fuerza de la necesaria y me quedé unos segundos apoyada contra la madera, tratando de recuperar la respiración.
Dan levantó la vista desde el sofá, con Anne dormida en brazos. Su ceja se arqueó al verme.
—¿Todo bien? —preguntó de inmediato, con esa mezcla de calma y alerta que lo hacía parecer preparado para cualquier cosa.Me pasé la mano por el cabello, que seguramente estaba hecho un desastre.
—Si…no… no sé. —Titubeé.—¿Por qué, qué sucedió?
— Hoy me llamaron al despacho, desde un número desconocido. Una voz… un hombre. Me dijo que tuviera cuidado.
El gesto de Dan cambió al instante. Ya no era el niñero improvisado ni el chico con sonrisa fácil: era puro instinto protector.
—Eso es una amenaza, Nikita. Deberíamos llamar a la policía.Negué con la cabeza, demasiado rápido, como si con el movimiento pudiera borrar la inquietud que me consumía.
—No. No quiero que esto escale. Lo voy a manejar.—¿Manejar cómo? —preguntó, con tono grave.
—No lo sé todavía. Pero no quiero que te preocupes.
Él se inclinó un poco hacia adelante, aún sosteniendo a Anne con increíble suavidad.
—Si alguien te amenazó, es serio. No deberías quedarte sola.Esa frase me perforó. Porque, en el fondo, tenía razón. Pero me negaba a darle ese poder al miedo. Me enderecé, como si así pudiera parecer más firme.
—Deberías irte a tu casa. No quiero cargarte con esto.Dan me observó unos segundos, evaluando. Luego, respiró hondo.
—Al menos deja que espere a que te des una ducha y te calmes un poco. Después me voy.Abrí la boca para protestar, pero la cerré enseguida. Estaba exhausta, alterada, y Anne necesitaba a alguien tranquilo cerca.
—Gracias —murmuré.Lo dejé con Anne y me dirigí a mi habitación. Me di un baño y al salir mientras me cambiaba poniéndome una camiseta limpia, un golpecito en la puerta me hizo sobresaltar.
—Perdón —se oyó la voz de Dan, y acto seguido la puerta se abrió apenas unos centímetros más. Alcancé a cubrirme instintivamente, aunque ya me estaba acomodando la camiseta.
Él desvió la mirada enseguida.
—Lo siento, como estaba entreabierta pensé que podía… —Hizo una pausa, carraspeando—. No quería interrumpir.Respiré hondo, intentando no parecer más nerviosa de lo que ya estaba.
—Está bien. Todavía no me acostumbro a que haya alguien más en la casa.Él asintió, manteniendo los ojos fijos en un punto neutro de la pared. Después levantó una hoja de papel.
—Te hice una lista de alimentos. Verduras, frutas, cosas para purés y comidas fáciles. Si quieres, puedo hacer las compras yo, pero si prefieres ir tú…Me acerqué para tomar la lista. Nuestras manos se rozaron apenas, pero el contacto fue suficiente para que un escalofrío me recorriera entera. Sentí cómo mis dedos temblaban y me aparté rápido, demasiado rápido.
Dan carraspeó, claramente afectado también.
—Anne está durmiendo en la cuna. La acomodé hace un rato.—Gracias. —Mi voz salió más baja de lo que pretendía.
Él asintió, dando un paso hacia atrás.
—Entonces… me voy. Nos vemos mañana a la mañana.—Está bien. —Logré decir, aunque sentía que el aire en mis pulmones pesaba.
Lo acompañé hasta la puerta. Cuando la cerré detrás de él, me quedé quieta en la penumbra del pasillo, con la lista en la mano y el cuerpo todavía temblando.
Pero ya no era miedo lo que me recorría. Era otra cosa. Algo mucho más peligroso.