Me despierto por tercera vez esta mañana, corriendo al baño con náuseas. Esto me ha estado pasando la última semana, cada mañana como un reloj. Al principio, lo achaqué a una comida para llevar en mal estado, pero ahora, arrodillada en el frío suelo de baldosas, una posibilidad diferente me invade la mente.—Oye, ¿estás bien ahí dentro? —La voz preocupada de Zella llega desde la puerta—. Es la quinta mañana consecutiva."Estoy bien", respondo débilmente, pero me tiemblan las manos mientras me enjuago la boca. Mi reflejo en el espejo se ve pálido y noto otros pequeños cambios que he intentado ignorar: tengo los pechos sensibles, ciertos olores me dan náuseas y estoy agotada todo el tiempo.Cuando por fin salgo del baño, Zella me espera con una taza de té de jengibre. "Siéntate", me ordena, señalando nuestra pequeña mesa de la cocina. "Hablamos".Envolví mis manos alrededor de la taza caliente, intentando ordenar mis pensamientos. "Em, ¿cuándo fue la última vez que me viste comer un pep
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