Antonela se sentó durante cinco minutos con las manos cruzadas sobre el vientre, los ojos anegados en lágrimas, preguntándose en qué momento se había convertido en una pésima madre para perder a Adam así, tan repentinamente.Un gemido de dolor escapó de sus labios. Ni siquiera se dio cuenta de cuánto tiempo llevaba sentada allí. Para ella, el tiempo, que antes era tan pesado, había dejado de existir desde el día en que intentaron arrebatarle lo único que le daba sentido a su vida.La mano de Benjamín alcanzó su rostro mojado por las lágrimas y, cuando ella finalmente abrió los ojos, lo vio tan cerca, con una enorme congoja en el rostro, como si aquella noticia los hubiera afectado a ambos.—Puedo decirle al juez que no quiero quedarme con la custodia de Adam —dijo Benjamín, visiblemente apenado.En la mente de Antonela,
Leer más