16. Aún me deseas.
En el momento en que se cerró la puerta de la oficina, me clavé las uñas en las palmas de las manos.Tuve el impulso de ponerme a gritar en ese instante. Tal vez, y muy seguramente, eso era lo que debía haber hecho: gritar para pedir auxilio. Pero Santiago estaba ahí, a tres pasos de mí, de pie, con las mejillas enrojecidas y los ojos más oscuros a como los recordaba, presa de una rabia que me asustó.—Déjame salir —Intenté mantener la voz firme y mis dedos alcanzaron silenciosamente el teléfono en mi bolsillo.Sin duda, Nicolas se daría cuenta de que la reunión había terminado y que aún no había bajado del elevador. Espera un poco más, y seguro que vendría.—¿Es mi hijo? —me preguntó con intensidad Santiago mientras apretaba con fuerza los puños—. Dime la verdad. Esa última noche que peleamos, cuando te fuiste, por completo se cayó de tus manos la prueba de embarazo. Pude verla, vi que era positiva, y de verdad, en serio, pensé que era mi hijo, por un momento lo pensé. Pero alguien
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