El aire en la sala de la mansión era pesado.Los Alfas se reunían alrededor, fríos y calculadores, sus miradas evaluando cada movimiento de los demás. Cassian permanecía de pie, una mano apoyada en el respaldo de un sillón alto, su postura desdeñosa y desafiante al mismo tiempo. Maverik, impecable, controlaba cada detalle, ajustando planes, cuestionando alianzas, mientras otros Alfas aportaban estrategias, pero sus palabras caían sobre un muro de silencio y tensión.—El Sur está casi completamente tomado por esos lobos —dijo uno de los Alfas con su voz grave, resonando, mostrando su autoridad—. Necesitamos un movimiento rápido antes de que los lobos invadan más territorio.—Rápido, sí —replicó Cassian con un tono helado y sarcástico, ladeando la cabeza—. Pero no tan rápido como para que el estratega aquí presente pierda la cabeza. No quiero que un paso en falso nos cueste más que los invasores.Maverik apretó la mandíbula, su expresión era controlada.—No se trata de perder la cabeza
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