Michaela llegó al penthouse de Nick a la una de la madrugada, empapada por la lluvia que había empezado después de que dejara la gala. Sus tacones en una mano, su vestido arruinado, su maquillaje probablemente corrido. Se veía como un desastre, y honestamente, así se sentía.Nick abrió la puerta en el primer toque, como si hubiera estado esperando al otro lado. Seguía en su traje, aunque desarreglado—corbata suelta, primeros botones desabrochados, cabello revuelto como si se hubiera pasado las manos por él mil veces.—Michaela. —Su voz era ronca—. Pensé que no vendrías.—Casi no lo hice. —Entró, dejando un rastro de agua en su piso inmaculado—. Pero decidí que si vamos a hacer esto—si realmente vamos a intentarlo—necesito que sepas la verdad. Toda la verdad.Nick cerró la puerta, estudiándola con ojos que se veían cansados, preocupados, y aliviados todo a la vez.—¿Sobre qué?—Sobre esa noche hace seis años. La que destruyó todo. —Michaela d
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