El silencio se hizo pesado entre nosotras, pero estaba cargado de algo más: de confianza, de un espacio compartido donde podíamos existir sin máscaras, sin prisa, sin miedo. Allí, frente a sus cicatrices, comprendí que Rose no era solo la amiga leal y fuerte que todos veían: también era alguien que había sobrevivido a un dolor inimaginable y seguía de pie, con dignidad y determinación. Y yo estaba decidida a acompañarla, sin preguntas invasivas, simplemente estando allí. —No parece un tema agradable de recordar —dije con sinceridad—. Además, no quiero incomodarte más. Suficiente tengo con haberte visto sin tu permiso… Rose arqueó una ceja y dejó escapar una risa corta, sin humor, casi irónica. —No importa. Es algo del pasado —respondió con simpleza—. Además, ya me viste. Se cruzó de brazos y me sostuvo la mirada con firmeza, segura de que mis intenciones eran buenas. —Te conozco lo su
Leer más