Después de un día agotador, Sol decidió salir a despejar su mente. Bajó por el ascensor hasta el primer piso y se detuvo unos segundos frente a la puerta de vidrio.- Si mal no recuerdo… a tres cuadras hay un parque - susurró para sí misma, colocándose los audífonos.El aire nocturno la recibió con una brisa suave. La ciudad parecía adormecida, apenas iluminada por las farolas que titilaban en la distancia. Comenzó a trotar hacia el parque, dejando atrás el edificio.Al mismo tiempo, un Cadillac negro se detuvo frente a la entrada. De él descendió un hombre alto, vestido con un traje militar completamente negro que resaltaba su físico entrenado. Su rostro, en cambio, carecía de toda expresión: frío, rígido, impenetrable. Era Michael Drucker.Despidió a su conductor con un leve gesto y subió al penthouse. Al abrir la puerta, lo recibió un silencio abrumador. La habitación estaba a oscuras, sin rastro de calidez ni vida, como si el lugar llevara años vacío.Dejó sus llaves sobre la mesa
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