Con Julian fuera de la casa, empecé a desahogarme en el apartamento. Subí el estéreo al máximo volumen y abrí una botella de vino tinto que llevaba mucho tiempo guardando. Antes, nunca me atrevía a ser yo misma, siempre complaciendo la preferencia de Julian por el silencio. Pero ahora, en el poco tiempo que me quedaba, iba a disfrutar de mi propia vida.Antes de dirigirme al hospicio, decidí organizar esta casa en la que había vivido durante diez años por última vez. Los manuales y trofeos de ajedrez ocupaban la mayor parte del espacio. En la esquina del escritorio yacía el diario a medio escribir donde solía anotar nuestros momentos especiales juntos. Pensando en por qué lo había abandonado, sonreí con amargura.En aquel entonces, escalaba los rankings mundiales, entrenando más de quince horas al día, sin dejarme tiempo a mí. Como no tenía nada mejor que hacer, empecé a escribir un diario para preservar nuestros recuerdos, anotando cada aniversario, cada pequeño gesto de cariño. Cu
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