Mi salud se estaba deteriorando. Pero tenía que terminar los ositos de peluche para los niños en la sala de oncología. Le pedí al doctor Martínez que pospusiera la eutanasia.
—Solo dame una semana más.
El doctor arrugó la frente al revisar mis resultados.
—Tu cuerpo ya no resiste mucho más de esto.
Mi mano, con la aguja y el hilo, temblaba.
—Les hice una promesa a esos niños.
—Pero...
—Ya sé. Mientras más espere, más doloroso será.
Lo interrumpí.
—No puedo romper mi promesa.
Estos ositos de peluche cosidos a mano eran todo lo que me quedaba para dejar. Una forma de recordarles a esos niños que eran amados.
En Europa, Julian acababa de terminar su partido de cuartos de final. Los reporteros lo rodearon después, pero él estaba distraído. Lo primero que hizo fue buscar a su agente.
—¿Me llamó Ava?
El agente negó. Chloe, quien se retocaba el maquillaje cerca, se inclinó.
—¿No dijo que estaba en un retiro sin señal? ¿Ya se te olvidó?
Julian asintió, pero un rastro de inquietud cruzó su cara